María lleva una vida monótona, rutinaria, sin sobresaltos. Cuando termina las faenas de su casa se desprende de su delantal que es casi como una segunda piel y se prepara una aromática infusión que se toma sentada en el cierro, con el sol acariciándole la espalda y su cesta de labores junto a la mesa camilla que horas más tarde será su inseparable compañera de noches otoñales, su cálida amiga en los inviernos fríos y solitarios. María ve pasar la gente por la calle y se pregunta qué tendrán que hacer esas personas yendo de un lado a otro, esquivando presurosas los coches que pasan casi rozándolas al tener que caminar en muchos tramos por la calzada ya que los cierros apenas dejan paso en las aceras. Claro que cuando se proyectó esta ciudad, pensaba María, no había tráfico por estas calles. Los cierros son el mirador de las casas, el rincón desde el que se observa el mundo. Desde detrás de los visillos se puede mirar ver sin ser visto y algunas se conocen la vida y milagros de todo el barrio, pero María no es cotilla, ella solo quiere entretenerse y disfrutar de esa calidez del sol de la tarde, y siempre hay algún transeúnte que la saluda al pasar y ella contesta sonriente, agradecida por esa amabilidad.
Una tarde tocaron el llamador y como era costumbre, María se asomó con disimulo apartando sutilmente el visillo y vio a una joven con una maleta. Quién será, se dijo, y se dirigió diligente hacia la puerta de la calle. Desde hacía un tiempo había cogido la costumbre de tenerla cerrada para evitar que algún visitante inoportuno al que no le apetecía soportar, se apoltronara durante horas en su salita de estar. María no era mujer de charlas mundanas y prefería el silencio con sus recuerdos a la palabrería insustancial.
María entreabrió la puerta y asomó la cabeza. La muchacha reaccionó nerviosa y se presentó con voz temblorosa. -Soy su sobrina, hija de su hermano Serafín, el que emigró de niño a Argentina, cuando la guerra. Ya sé que usted no ha vuelto a tener noticias de él y que habrá pensado que pudo haber muerto pero no es así, mi padre sigue viviendo en Buenos Aires. Ya es muy viejo y no quiere morir sin volver a verla. Me ha mandado a conocerla y a pedirle que me acompañe de vuelta. Quiere que se quede con nosotros una temporada o para siempre si así usted lo desea.
La chica había soltado como una retahíla todas las palabras, sin apenas respirar, y María no salía de su asombro. No daba crédito a todo lo que acababa de oír. Su hermano Serafín llevaba fuera de España...cuánto? Todas las noches de su vida había pensado en él, en aquel niño unos años mayor que ella que un día había desaparecido de casa. Su madre le había contado que estaba con una familia viviendo en un lugar muy bonito. Y siempre se preguntó por qué a ella no la habían mandado a vivir a ese sitio tan lindo o por qué no se habían ido todos. Pero había cosas que quedaron para siempre silenciadas.
Cuando María tuvo todo organizado se despidió de algunas amigas y partió hacia Buenos Aires del brazo de aquella muchacha que tenía sus mismos ojos y que había dado un giro inesperado a su vida.
18 comentarios:
Madremíaaaaaaa! yo no sé si me hubiera ido con una sobrina a la que no conocía, pero sin duda tu protagonista es una mujer valiente.
Un besazo
Tracy, ya la mujer haría investigaciones antes de irse. En 350 palabras (y me ya me he pasado unas cuantas) no podía poner la investigación. Se da por hecha.
Un beso
Un precioso relato. Engancha desde el principio y tiene un final que resulta emotivo.
Un verdadero giro inesperado.
Y a mí no se me ocurrió nada, todavía.
Bien contado
Me ha mantenido atenta y sabia que habría un giro en el relato pero me has sorprendido con ese giro y esa gran decisión, un final esperanzador. Unos abrazos
Claro que sí, viajar es vivir. No hay nada mejor que cambiar de rutina de vez en cuando.
Un beso,Leo
Lola
UN historia que podria muy bién ser cierta. Aquella llamada dio un giro de 360 grados en la vida de esta mujer sencilla.UN relato precioso Leonor. Y esperanzador además.
UN beso con achuchón
Normal. No todo el mundo puede verse tras las cortinas bordadas de un cierro.
Bello relato que sabe tratar la soledad con una valiente y aventurada decisión.
Besos.
¡Qué historia! ...me encantó.
A mí me pasó que una de las abuelas con las que trabajo se pasó 2 años diciendo que quería visitar a su hermano en Australia, que hacía como 30 años que no veía... siempre encontraba una excusa... lamentablemente el hermano falleció sin que ella volviera a verlo.
Por eso, la vida es muy corta para planificar demasiado... vivan los imprevistos como estos!
Un beso.
Hay, desgraciadamente, muchas historias así, el partir de un hermano, un tío o un padre en busca de una vida mejor. Me recuerda a El Dorado de Revólver. Eso sí, volverlos a ver después de un tiempo es toda una alegría, rejuvenecer. Un abrazo.
Hola, Leonor
Precioso relato, este si fue un buen giro para tu protagonista. Fue un final feliz.
Beso
Pues si que fue un giro inesperado, pero bonito. Lo que soñaba desde hacía tiempo se cumplió.
Me gustó mucho.
Un abrazo
Una bistoria muy bien contada y muy creíble. Has sabido mantener mi atención hasta el final.
Felicidades.
Precioso relato y yo que pensaba que teniendo una vida tan placida no se moveria de casa....pero no fue valiente y se animo a dar un cambio a su vida. Muy bueno, besos.
Precioso giro que la lleva al encuentro de un hermano que creía perdido para siempre.
Un fuerte abrazo.
La vida es muy corta como para pensárselo mucho
Se queda en su rutina o va en busca del hermano que no ha visto, no es difícil tomar la decisión.
Un buen relato, beso
Lo bueno puede esconderse en lo más inesperado.
El espacio en blanco creado en tu relato para hacernos a la idea de las confirmaciones por parte de María se han llevado a cabo, dan todavía más serenidad a este cambio en su vida.
Mis felicitaciones.
Un beso.
Seguramente no tenia nada como esto en mente, pero cuando aparece, es de corajudos hacerles un lugar en los pensamientos y en el corazón
(espero que a María le haya gustado Buenos Aires)
Muy buen giro Leonor!
Abrazo
Publicar un comentario