Mi regalo para el Grupo Juevero.
Un Cuento de Navidad
Cuando se fue acercando al armario oyó el sonido de papeles y un chisteo que le hizo retroceder. Algo se movía tras las puertas de madera, pensó que sería un ratón y no tuvo valor para abrirlas. Más tarde lo pensó mejor y se dijo que no podía ser tan cobarde, que había llegado la fecha en que todos los años en casa se montaba el árbol de Navidad y no podía fallar a la tradición. Abrió despacito y se cercioró de que nada se movía. Sacó la caja de cartón del árbol y la llevó al salón, volvió a buscar el resto de cajas donde se guardaban los adornos navideños y...de nuevo el chisteo y el crujir de papeles, está vez sí lo había oído con claridad, algún bicho andaba por allí dentro, nerviosa y aterrorizada sacó una de las cajas y corrió al salón. No se atrevía a volver a buscar las demás. Comenzó por colocar el árbol en el rincón habitual y sacó las luces que siempre se ponen en primer lugar. Las probó, funcionaban divinamente, a su mente volvieron miles de recuerdos evocados por aquellas pequeñas estrellitas que se encendían y apagaban jugando entre las artificiales ramas. Le llegó el olor de la masa de las tortas cuando crece al calor de las ollas que preparan los caldos, para más tarde ser cortada, frita y enmelada. Recordó los juegos en la esquina de la casa de su abuela cuando allí se reunía toda la familia. Tras ese breve viaje al pasado volvió al salón y siguió con su labor, no tenía más remedio que volver al armario a por la caja de adornos, los de toda la vida, su árbol no sabía de modas y tendencias, entre sus hojas aparecían cada año los mismos amigos, el búho rojo, el muñeco de nieve, el pajarito en su jaula, el bambi, los tres reyes magos, la campana, y no podía olvidar el huevo con trenzas, aquel huevo que alguien se bebió por dos agujeritos hechos en la cáscara y que fue decorado según sus hermanos por ellos, ambos se disputaban su autoría, y a ella le gustaba pincharlos para que la defendieran, - lo hice yo, estoy seguro, decía su hermano, y por supuesto lo mismo decía su hermana que opinaba que aquellas trenzas de lana roja las había hecho ella.
En estos pensamientos estaba cuando cogió la caja y...la tiró al suelo asustada por lo que sintió en su interior. La caja se abrió y cayeron todos los adornos envueltos por las tiras de espumillón. Sorprendida esperó al intruso que se encontraría entre aquella amalgama de colores, pero allí no se movía nada, con mucho cuidado fue entresacando cada uno de los adornos y estirando las tiras plateadas. Nada, allí no había nada. Lo recogió todo y terminó de montar el árbol. Estaba precioso, como siempre. Se volvió para recoger las cajas y oyó unas risitas juguetonas y el ulular de un búho, luego el chisteo de nuevo. ¡Bah!, pensó, debo estar teniendo alucinaciones.
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Felices Fiestas