Esta vez nuestra excursión no nos llevaría muy lejos, no saldríamos de nuestra provincia, estábamos a no demasiada distancia de casa pero con los constantes cambios que hay en las carreteras era más seguro dejarnos llevar por el satélite así que marcamos las coordenadas y comenzamos a seguir las instrucciones de una voz femenina. Hubo un momento en que creímos que nos estaba tomando el pelo porque nos hizo meternos por medio de inmensos invernaderos, grandes extensiones plastificadas donde se cultivan flores que se exportan a todo el país y más allá de nuestras fronteras. Tras recorrer varios kilómetros vimos de nuevo una carretera asfaltada y a lo lejos la transparente cúpula de la más grandiosa construcción de ingeniería que se ha hecho en España para el uso que tiene encomendado, un proyecto finalizado por Jaime Font. Al acercarnos comenzamos a divisar el azul del atlántico que baña las playas de esta ciudad y una vez delante del monumento, y aunque lo hemos visitado en numerosas ocasiones, no podemos menos que mostrarnos admirados por su majestuosidad. Accedemos por una escalinata hasta la puerta de entrada desde la que podemos admirar un hermoso patio rodeado de pilares con arcos de medio punto sobre los que descansa un segundo piso igualmente decorado con pilares y arcos. El suelo de mármol da frescor al conjunto iluminado por una montera de forma piramidal a cuatro aguas. Ya situados en este punto se puede comenzar la visita que nos irá mostrando la historia y finalidad de su construcción, el motivo por el que está situado en este enclave y las modificaciones que ha ido teniendo en aras de un mejor servicio y adecuándose a las nuevas tecnologías. Una muestra de antiguos artilugios usados a lo largo del tiempo están expuestos para disfrute del visitante que puede ir comprendiendo los avances de la técnica y las dificultades que pudieron tener los primeros profesionales para ofrecer un servicio eficaz y seguro.
Desde la parte alta a la que se llega haciendo un pequeño esfuerzo que pone a prueba nuestra capacidad pulmonar tenemos unas vistas de ensueño. Un barco que encalló hace años y al que los vecinos llaman el barco del arroz, nos muestra parte de su casco enmohecido. Muy cerca de donde se asienta la construcción que estamos visitando hay una zona rocosa que llaman los corrales donde se capturan durante la noche y en bajamar los chocos que harán las delicias de muchos paladares.
Sobre la piedra ostionera de la que está construida en su mayor parte esta gigantesca obra, encontramos una placa que es un vértice geodésico y que está penado destruirlo como indica en su inscripción.
A la izquierda, a unos kilómetros de distancia de donde nos encontramos, distinguimos las torres de un santuario con sus ventanas de doble ojiva construido muy cerca de las arenas rubias de la playa de la Regla.
Pletóricos de belleza iniciamos la bajada de los cientos de escalones que engarzan el cielo con la tierra. Y nos despedimos de este lugar con la certeza de volver.
¿Sabéis dónde hemos ido?
¿Sabéis dónde hemos ido?