Esta semana nos vemos en el blob de San que nos propone escribir sobre tutores. Bienvenida de nuevo al grupo como anfitriona.
Él llegó al mismo tiempo que el resto. Cada uno ocupó el lugar que sería su sitio para siempre. Ahí no había posibilidad de cambiar, donde te toca te toca. Empezaron a pasar los meses y por días se les veía crecer y fortalecerse, las horas al sol y la buena alimentación estaban favoreciendo que su crecimiento fuera rápido y estaban orgullosos de su aspecto. Todos menos uno que apenas había cambiado desde que llegara, por más que lo intentaba no era capaz de mantenerse erguido pues era de constitución endeble y sus fuerzas no le permitían espigarse como los demás para alcanzar más horas de sol. Pasaba el tiempo y él cada día más triste se dejaba caer hacía un lado y a punto estuvo de besar la tierra cuando un anciano del lugar pasó por allí y lo miró. Después de quedarse un rato observando alrededor se dio cuenta del motivo por el que el pequeño no lograba despuntar. Los demás habían crecido y habían adquirido un volumen tan hermoso que sus copas no dejaban pasar la luz que tanto necesitaba el infortunado. El anciano pensó que aquel individuo necesitaba ayuda si no perecería, y se acercó para tantear su cuerpo con la idea de comenzar cuanto antes su rehabilitación.
-No te preocupes muchacho, aún estás en edad de crecer y eres tierno. Volveré y empezaremos a solucionar tu problema.
Esa misma tarde, provisto de un palo que utilizaría a modo de tutor, escavó junto al pie del arbolito y lo enterró con cuidado de no dañar sus enfermizas raíces. Todos los días se acercaba al bosque para visitar a su pupilo que fue enderezándose y cogiendo fuerzas ayudado por aquella tutoría que logró hacer de él un ejemplar fuerte.
En recuerdo de mi abuelo que me enseñaba cosas de la vida. "El arbolito debe ser enderezado desde chiquitito".