Soy un hombre tranquilo, nunca me he dejado llevar por la ira, ni siquiera cuando la vida me ha maltratado, sé que la mejor forma de vivir es ignorando a los que solo quieren hacer daño, a los que la soberbia les puede y creen que son los únicos merecedores de todos los parabienes, que los demás no somos más que mediocres personajillos a los que menospreciar.
Soy un hombre tranquilo porque no ambiciono grandezas, mi meta es procurar la felicidad de los míos; no soy perezoso a la hora de trabajar y voy donde haya que ir, al infierno si es preciso.
Solo hay un pecado del que me confieso culpable, la lujuria, y es que las mujeres son mi debilidad, ellas son la tentación, "ese oscuro objeto del deseo", y, el juego de la seducción es el placer más fascinante, y no me resisto a una mirada, a un contoneo de caderas, a unos labios, a unos pechos, al olor que envuelve las horas de sexo. Ellas son el motor de mi vida y las que más me han enseñado, han sido maestras, amigas y amantes agradecidas.
Salí muy joven del hogar familiar, con mis alas recién estrenadas y la inocencia de la juventud llegué a viajar por países en los que el idioma, aunque desconocido no supuso una traba para encontrar empleo y mucho menos para entender los besos y las caricias. Trabajaba y enamoraba, así era mi vida, eran años de locura, de explosión hormonal y de generosidad porque era feliz haciendo gozar.
Durante mucho tiempo viví para eso, ni siquiera la buena mesa la anteponía a un instante de lascivia, nunca me dominó la gula, pero ellas, ellas eran diosas a las que elevar a los cielos, eran mi manjar más delicioso. Hoy día, ya pasado el ecuador de mi vida, en mi interior sigue habitando aquel muchacho lujurioso y los ojos se me escapan tras unas piernas bien torneadas y unos pies envueltos en unos elegantes tacones de aguja, lo digo a boca llena, las mujeres han sido mi único vicio, ellas me han enseñado todo sobre sus deseos y cómo hacerlas felices.
Yo nunca seré avaricioso ni soberbio, no envidio nada de nadie porque soy feliz con lo que tengo, sigo siendo una persona diligente, no guardo rencores. Soy un hombre tranquilo pero un hombre eternamente enamorado.