Soy un hombre tranquilo, nunca me he dejado llevar por la ira, ni siquiera cuando la vida me ha maltratado, sé que la mejor forma de vivir es ignorando a los que solo quieren hacer daño, a los que la soberbia les puede y creen que son los únicos merecedores de todos los parabienes, que los demás no somos más que mediocres personajillos a los que menospreciar.
Soy un hombre tranquilo porque no ambiciono grandezas, mi meta es procurar la felicidad de los míos; no soy perezoso a la hora de trabajar y voy donde haya que ir, al infierno si es preciso.
Solo hay un pecado del que me confieso culpable, la lujuria, y es que las mujeres son mi debilidad, ellas son la tentación, "ese oscuro objeto del deseo", y, el juego de la seducción es el placer más fascinante, y no me resisto a una mirada, a un contoneo de caderas, a unos labios, a unos pechos, al olor que envuelve las horas de sexo. Ellas son el motor de mi vida y las que más me han enseñado, han sido maestras, amigas y amantes agradecidas.
Salí muy joven del hogar familiar, con mis alas recién estrenadas y la inocencia de la juventud llegué a viajar por países en los que el idioma, aunque desconocido no supuso una traba para encontrar empleo y mucho menos para entender los besos y las caricias. Trabajaba y enamoraba, así era mi vida, eran años de locura, de explosión hormonal y de generosidad porque era feliz haciendo gozar.
Durante mucho tiempo viví para eso, ni siquiera la buena mesa la anteponía a un instante de lascivia, nunca me dominó la gula, pero ellas, ellas eran diosas a las que elevar a los cielos, eran mi manjar más delicioso. Hoy día, ya pasado el ecuador de mi vida, en mi interior sigue habitando aquel muchacho lujurioso y los ojos se me escapan tras unas piernas bien torneadas y unos pies envueltos en unos elegantes tacones de aguja, lo digo a boca llena, las mujeres han sido mi único vicio, ellas me han enseñado todo sobre sus deseos y cómo hacerlas felices.
Yo nunca seré avaricioso ni soberbio, no envidio nada de nadie porque soy feliz con lo que tengo, sigo siendo una persona diligente, no guardo rencores. Soy un hombre tranquilo pero un hombre eternamente enamorado.
20 comentarios:
Coincido con en gran parte, por mi indiferencia, menos interés por los otros pecados.
Y mi inclinación por la lujuria.
Muy bien escrito.
Bueno, pues no creo que su pecado sea demasiado grave, yo no creo que haya nada de malo en disfrutar en este caso de las mujeres, además tal y como lo dice parece que tenía que ser un gran seductor y debía de tratarlas muy bien así que.....perdonado!
Muchas gracias por participar Leonor y me alegro mucho de leerte de nuevo.
Un beso
Entre tantos pecados este no es tan pecado, de la lujuria se dice que es un vicio, del vicio que es una mala costumbre, de la costumbre que es aquello que se hace comúnmente, si es común es corriente y vulgar ... Dejemos el diccionario que estorba para la lujuria. Un abrazo
Has hecho un buen retrato de la lujuria, no tiene por que ir asociada a otro de los pecados capitales y es ideal para mantenerse uno sin ataduras que puedan romper esa felicidad con los celos.
Escribes muy bonito.
Muchos besos
Al menos busca la felicidad de ellas, su vicio no se articula en la dominación de sus parejas ni sólo la egocéntrica satisfacción de su propio goce.
Un abrazo
Un texto muy indulgente, con la lujuria,con el que estoy un poco de acuerdo. La lujuria bien llevada en el sino de la pareja, no es mala a mi entender, pero cuando traspasa los límites de la fidelidad puede volverse muy peligrosa. Un abrazo Leonor.
Hemos elegido las dos el mismo pecado desde distintas ópticas.
¡Pobre hombre tu protagonista!, era un alma de Dios.
Has escrito un buen texto sobre la lujuria, Leonor. Tu protagonista disfruto del pecado más sutil y hermoso de esta vida. Imagino es un experto en seducción subliminal. Genio y figura hasta la sepultura, que siga gozando admirando piernas torneadas.
Besitos
Muy buen relato, las mujeres que hacen perder la cabeza a tu protagonista.
Un saludo
Muy buen relato, las mujeres que hacen perder la cabeza a tu protagonista.
Un saludo
Muy buen relato, las mujeres que hacen perder la cabeza a tu protagonista.
Un saludo
Creo que de todos los pecados capitales hay uno que si se hace en libertad, con ganas y deseo no es pecado y ese es la lujuria, uno no peca al desear, al querer tocar, besar, amar... uno eleva los sentimientos y así lo deja caer tu personaje, se enamora... acaricia, besa... cómo puede ser pecado eso tan bonito? Me encantó tu texto... y con tu permiso te sigo!
Besines...
El protagonista lleva su lujuria como algo irresistible y sumamente gozoso. Sabe cómo vivir con sus deseos y la atracción por las mujeres, aparentemente, de una manera bastante llevadera. Mientras esto no le haga perder totalmente la cabeza al punto de meterse en situaciones engorrosas y/o dolorosas para sus deseadas mujeres o para sí mismo... digamos que es un lujurioso manso ;)
Muy bien narrado como siempre Leonor, un gusto leerte.
Besos!
Gaby*
Siempre digo lo mismo, creo que mientras no se dañe a los otros uno puede hacer lo que tenga ganas, en este caso si esas mujeres fueron felices en sus brazos, no hay nada que confesar. Un minuto de felicidad y placer no se le niega a nadie.
Me gustó mucho este relato, fresco y auténtico. El personaje me ha caído muy bien.
Un abrazo.
Un texto precioso en su sencillez. Vista a los ojos de tu enamoradizo personaje, la lujuria no es pecado capital sino exaltación del amor, continuo, carnal...apasionado...
Una maravilla de relato.
Besos
Que texto extraordinario! ...bien escrito y una oda a la mujer en toda su expresión.
Felicitaciones siceras ...y si me lo permites, por aquí me quedo a leerte.
Un beso.
¿Que decirte Leonor? Ambos hemos coincidido en el pecado, mejor aún, hemos coincidido en el "no pecado" porque desde la libertad y el consentimiento mutuo, el deseo carnal es manjar de dioses, alejado por completo de la idea de pecado. ¿Como resistirse a eso?.
Muy bien descritos los estados de ánimo de tu protagonista con respecto a las mujeres.
Un fuerte abrazo.
Pues oye, no considero pecado lo de tu personaje. Creo que la mayoría de hombres envidiamos a los que son como él, jeje.
Besos.
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