Amaneció el día 21 de octubre de 1805. Nelson había pasado la noche en duermevela, en su imaginación desfilaban buques de banderas francesas y españolas, en su mente de estratega ya tenía situada su escuadra frente a las costas gaditanas, en un Atlántico que pronto sería el escenario dantesco de la batalla que ganaría después de ser herido de muerte.
Al despertar con las primeras luces del día pidió a su ayudante que preparase un barreño de agua tibia y que trajese al camarote ropas limpias. Sus condecoraciones fueron pulidas, su botonadura abrillantada y no quedó nada al azar para que en ese último día de su vida no luciera como el más grande de los almirantes de la flota inglesa. Ni siquiera la falta de su antebrazo derecho, perdido por un tiro de cañón en Santa Cruz de Tenerife, menoscabó su dignidad.
Tras su aseo y habiendo tomado un frugal desayuno, sobre la mesa de cartografía donde tenía desplegadas las cartas marinas de la costa que se encuentra en el Cabo de Trafalgar, el Almirante Nelson estudiaba cualquier posible movimiento de la escuadra enemiga que, aunque era superior en número de buques, su capacidad de maniobrar y de defenderse eran inferiores. La armada franco-española, especialmente la flota de España era vieja y mal equipada, aunque sus almirantes fueran tan buenos estrategas como el inglés en caso de enfrentamiento naval no tendrían las mismas oportunidades. Así se demostró cuando al querer salir de las costas gaditanas, la escuadra de los aliados se vio sorprendida por los ingleses. Nelson había abandonado la seguridad de su camarote y como exige el honor de un marino se situó en su puesto de mando para dirigir aquella batalla que duró varias horas. Desde la cofa del Redoutable, un certero tiro le atravesó la columna vertebral, el tirador pudo distinguir sin lugar a dudas que aquel marino de brillante botonadura y profusión de insignias era el mismísimo Nelson, el hombre que mandaba aquella magnífica flota que podía exponer sin miedo porque su Armada Inglesa no mermaría sus fuerzas al contar con barcos suficientes para reemplazar cualquier baja que pudieran tener.
Tras horas de duro combate los buques de los aliados que no habían sido hundidos por la artillería, comenzaron a escapar por donde podían y Nelson, herido mortalmente, seguía sentado en cubierta para alentar a sus hombres en las últimas escaramuzas de una flota victoriosa que marcó para siempre esa costa gaditana, ese Cabo de Trafalgar que vio sumergirse en sus aguas atlánticas a tantos marineros y que honrará la memoria de este hombre, Horatio Nelson, un hombre de privilegiada mente que perdió la vida haciendo lo que un buen marino debía hacer, cumplir con su deber.
Curioseamos vidas en el blog de Juan Carlos.
Al despertar con las primeras luces del día pidió a su ayudante que preparase un barreño de agua tibia y que trajese al camarote ropas limpias. Sus condecoraciones fueron pulidas, su botonadura abrillantada y no quedó nada al azar para que en ese último día de su vida no luciera como el más grande de los almirantes de la flota inglesa. Ni siquiera la falta de su antebrazo derecho, perdido por un tiro de cañón en Santa Cruz de Tenerife, menoscabó su dignidad.
Tras su aseo y habiendo tomado un frugal desayuno, sobre la mesa de cartografía donde tenía desplegadas las cartas marinas de la costa que se encuentra en el Cabo de Trafalgar, el Almirante Nelson estudiaba cualquier posible movimiento de la escuadra enemiga que, aunque era superior en número de buques, su capacidad de maniobrar y de defenderse eran inferiores. La armada franco-española, especialmente la flota de España era vieja y mal equipada, aunque sus almirantes fueran tan buenos estrategas como el inglés en caso de enfrentamiento naval no tendrían las mismas oportunidades. Así se demostró cuando al querer salir de las costas gaditanas, la escuadra de los aliados se vio sorprendida por los ingleses. Nelson había abandonado la seguridad de su camarote y como exige el honor de un marino se situó en su puesto de mando para dirigir aquella batalla que duró varias horas. Desde la cofa del Redoutable, un certero tiro le atravesó la columna vertebral, el tirador pudo distinguir sin lugar a dudas que aquel marino de brillante botonadura y profusión de insignias era el mismísimo Nelson, el hombre que mandaba aquella magnífica flota que podía exponer sin miedo porque su Armada Inglesa no mermaría sus fuerzas al contar con barcos suficientes para reemplazar cualquier baja que pudieran tener.
Tras horas de duro combate los buques de los aliados que no habían sido hundidos por la artillería, comenzaron a escapar por donde podían y Nelson, herido mortalmente, seguía sentado en cubierta para alentar a sus hombres en las últimas escaramuzas de una flota victoriosa que marcó para siempre esa costa gaditana, ese Cabo de Trafalgar que vio sumergirse en sus aguas atlánticas a tantos marineros y que honrará la memoria de este hombre, Horatio Nelson, un hombre de privilegiada mente que perdió la vida haciendo lo que un buen marino debía hacer, cumplir con su deber.
Curioseamos vidas en el blog de Juan Carlos.
17 comentarios:
Lástima que fuera el enemigo, bueno, eso si, ya podían haber aprendido de él.
Un abrazo
Has optado por un relato histórico y sin duda de mucha importancia, aunque para unos más que para otros.
Un beso fuerte.
Muy interesante e importante relato histórico...
Fuerte abrazo
Hay tantos y tantos días especiales en la historia...personas y personajes que tuvieron algún día marcado..y conocemos tan poco de nada, apenas un rasguño en el tiempo
Un relato histórico interesante...
Otra manera de ver un día en la vida de alguien...muy original
un beso
Un día señalado en la historia. Muy buen relato.
Un saludo.
Me ha gustado muchísimo, meterse dentro de lo que pudo pensar y hacer Nelson en un día así.
Muy bueno.
Muchos besos
Un día en la vida, el último, de un personaje historico.
Bien contado.
Fascinante relato que profundiza en un dato histórico y permite conocer al hombre más que al personaje. Me ha gustado mucho. Un abrazo
Que buen relato, me ha gustado mucho... Nos cuentas un día en la vida de ese Capitán, en este caso su último día... genial texto... Yo también escribí sobre una embarcación y en este caso su Capitana... un día en el cuaderno de bitácora...
Besines grandes...
Te ha quedado genial. Aprecio mucho la capacidad de síntesis, al contarnos ese día, último para Nelson, con buenos detalles y en tan poco espacio.
Besos, amiga y gracias por compartir esta interesante historia.
Me gustaría haber apredido historia de esta manera, por que contar acontecimientos nombrando fechas y quienes lo hicieron, sin un contexto, sin las motivaciones de esos actores, es, cuanto menos, aburridísimo.
Un abrazo.
El último día en la vida de un almirante que pasó a la historia, bien contado para acercarnos al hombre y su honor como marino.
Un abrazo
Largo sería ese día para los perdedores. Me encantó conocer un poco de historia gracias a ti.
Un beso
Me gustó mucho que hayas"jugado" con la posibilidad del relato histórico. Toda pilcha te va bien, como a Gardel, decimos por aquí.... ;)
besos amiga!
Maravilla de relato. Y una vida más que interesante...tu tierra da para mucha historia e historias...
Besos y abrazos
¡Qué idea original! Un día de Historia hace que sea tu historia. ¡Genial!
Un beso.
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