La propuesta de este jueves consiste en inspirarse en un personaje literario y como en estos días se está celebrando el centenario de la publicación del libro de nuestro Premio Nobel de Literatura de 1956, Juan Ramón Jimenez, "Platero y yo", he querido homenajear al burrito. Platero es pequeño, peludo y suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro. Así comienza esta obra ya universal pero que nació en Andalucía, concretamente en Moguer, Huelva.
Quiero mirar contigo los atardeceres morados y subir el camino lleno de sombras, de campanillas, de fragancia, de yerba, de canciones, de cansancio y de anhelo.
Quiero ver el eclipse con los cristales ahumados, ese eclipse que ha engañado a las gallinas que ya se están acostando.
Quiero montarme en tu lomo y pisar la Luna en el río y hacerla pedazos, pero no te preocupes Platero, que en cuando salgamos del agua la Luna con su magia vuelve a recuperar su estado.
No te lamentes por no tener sitio en la escuela, mira los cielos y sabrás de las estrellas, mira los campos y el mar y entenderás la naturaleza ¿Qué más quieres saber si en ella está la vida entera? Iremos junto a la higuera en la amanecida que es cuando más ricas, frescas y sabrosas están las brevas. Y sabrás que es primavera cuando veas las golondrinas. Miraremos los granas de los ocasos cuando el paisaje se transforma a cada instante.
Te subiré a la azotea para que veas como deslumbra la cal de las paredes y al bajar notarás la casa oscura como boca de lobo pues los ojos tardan en aclimatarse al pasar de la claridad absoluta a la tenue luz de la casa entoldada para guardar el fresco de las tardes que ya comienzan a ser calurosas.
Beberemos agua fresca del aljibe que rebosa con las lluvias primaverales y si salimos al patio te sacaré agua del pozo con ese cubo de zinc bollado, pero si bebes en la fuente de Pinete ten cuidado, ya sabes lo dañinas que son las sanguijuelas.
Desde el vallado veremos pasar la gente, las tres viejas gitanas, la niña de la carretilla, la chiquilla del carbonero, y la niña tísica que el médico le ha mandado que salga al campo a que le de el sol y como está muy débil no puede apenas caminar, la subiremos a tu grupa y la pasearás con mucho cuidado, sabiendo de su fragilidad.
Quiero que me cuentes que te pasó por la cabeza cuando viste al burro del vendedor de albérchigos y no querías apartarte de él pero no se te ocurra contarme lo de la perra parida que me da una pena que me muero.
Platero una tarde te voy a traer a mi casa a la hora del atardecer, verás qué montón de gorriones escandalosos andan buscando entre las ramas del jazmín un lugar para dormir. Seguro que te recordarán a otros gorriones, aquella mañana de Santiago cuando todos se habían ido a misa y en el jardín estabas con Juan Ramón mirando a estos pajarillos que no entendían de fiestas ni de campanas, que no tenían obligaciones que cumplir amenazados por el averno.
Oiremos cantar al grillo y no te dejaré solo en la cuadra cuando amenace tormenta, ni te haré trabajar en la vendimia, qué nos importa que los otros burros vayan por ahí criticando. Tú no eres un burro del montón, eres muy especial.
El día de la velada, cuando llegue la hora de los fuegos me sentaré junto a ti y nos taparemos la cabeza con una manta para que no te asusten los cohetes y las luces. Pero en cuanto pase iremos al patio a sacar agua de estrellas del pozo y oiremos los silbidos de los patos.
¡Ay!, Platero, qué gracia tiene la niña chica cuando te llama -¡Platero, Plateriiiillo! y se pasea bajo tus patas diciendo tu nombre mimosamente: -¡Platero! ¡Platerón! ¡Platerillo! ¡Platerucho!
Iremos a comer granadas, que sé que te gustan, quitando los finos velos que envuelven sus granos de rubí y a la vuelta pasaremos por el camino del algarrobo donde los ecos repiten nuestras tonterías. Platerooooo y tú te estremeces y rebuznas a lo que la roca responde con una rebuznada aún más larga que la tuya.
Ves, Platero, cuánto se aprende solo con mirar la naturaleza, en primavera viste florecer los campos y llegar las golondrinas, luego llegaron los calores y los frutos y ahora que llega el otoño las tardes se van acortando y el suelo se cubre de hojas. La chiquilla de los piñones va por el sol de la calle Nueva.
Y llegará el invierno y con él la Nochebuena y jugarás con los niños alrededor del fuego.
¡Ay!, Platero, que no quiero ver la bella mariposa de tres colores escondiéndose del rayo de sol de la ventanilla.