Mi tía Carmina con su marido y conmigo por la calle Rosario.
No quiero entristecerme recordando a mi tía Carmina que el viernes pasado ha dejado de estar entre nosotros. Ella era una mujer vitalista que ha sabido aprovechar cada momento. Hasta el mes pasado ha estado disfrutando de una de las cosas que más le gustaba hacer, bañarse en el mar. La playa ha sido siempre su lugar preferido, nunca ha tenido pereza para pasar unas horas paseando por la orilla o cogiendo almejas, para lo que tenía una especial destreza, y no dejaba escapar la ocasión de luchar contra las olas. Ha sido una madre excepcional, luchadora y generosa, siempre dispuesta a ayudar sin importarle el trabajo que tuviera que afrontar. Una enamorada de su pasado, de sus años en Sancti Petri con sus seis hermanos, de los días vividos en aquella casa hermosa situada al lado mismo del caño que se encaminaba hacia la Isla. Su padre era el farista del Faro del Castillo de Sancti Petri y su vida ha estado siempre relacionada con el mar. Por edad, Carmina era inseparable de su hermana Charo, mi madre, compartiendo incluso la misma cama. Juntas vivieron sus primeros años, juntas fueron a la escuela y juntas trabajaron como maestras en el colegio Pelele, juntas pasearon la calle Real en sus años de juventud y siguieron compartiendo todos los días de su vida incluso después de casarse y tener sus hijos a los que criaron como hermanos. Ella me enseñó tantas cosas... juntas hacíamos repostería, qué ricas las galletas rellenas de flan, fritas y rebozadas con azúcar y canela, y en las tardes de inviernos que hacía sol y buena temperatura nos sentábamos en la azotea a bordar. Qué paciencia conmigo cuando durante una buena temporada por las tardes, después del colegio me iba a su casa para asistir a clases particulares con un profesor que vivía cerca. Allí cenaba, y dormía en el cuarto de mi primo que tenía que trasladarse a una cama que se abría en el salón. Son detalles que solo aprecias cuando te das cuenta de lo que cuesta agregar más responsabilidades a las muchas que ya tenemos. Pero ni ella ni Paco, su marido, se quejaban de tener más trabajo, al contrario, siempre sentí que era muy querida por ellos. Es duro pensar que no puedes volver a ver a un ser querido pero son tan gratos los recuerdos que me quedan de ella que siempre tendrá un lugar en mi pensamiento y estoy segura que también en el de todos los que la han conocido. Ella está en sus hijos y en sus nietos y nietas, y está en mí porque jamás olvidaré todos los buenos ratos que vivimos juntas.
Este recuerdo es un homenaje a una gran mujer.
7 comentarios:
Estoy contigo en estos días de dolor. Un abrazo.
Hablando de otra cosa: estás hecho una preciosa muñequita.
Has elegido una imagen preciosa para homenajear a esa persona tan amorosa en tu vida. Tus palabras emocionan y rinden un bella despedida a Carmina.
Un abrazo enorme y mucha fuerza para transitar estos tristes días.
Nunca la olvidarás eso es lo que ella sembró un amor para toda la vida. Un abrazo
Un fuerte abrazo, Leonor...
Un abrazo enorme en la distancia.
El consuelo de haber vivido en plenitud lo que hoy son buenos recuerdos, constituye nuestra mayor fortuna, única herencia valiosa que dejamos al partir. Un fuerte abrazo.
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