En las noches de
luna llena un reflejo se desplaza entre los macizos floridos, una
fugaz y etérea luminiscencia que durante
unas horas se deja ver para perderse luego en la oscuridad del jardín. Él sabe que permanece agazapada entre la
vegetación y que su esencia nunca abandonará este lugar.
Las horas que el
jardinero dedica a sus árboles y plantas se ven recompensadas con la belleza
que éstos le prodigan, no hay día en que no se abran flores de alguno de los bulbos que durante en
invierno han esperado la llegada de la primavera y los arriates están plenos de
bellísimas flores. El jardín se va convirtiendo en una inmensa paleta de color y
todos los días elige para ella de entre las flores las más hermosas. Ni los
jardines de Babilonia fueron cuidados con tanto amor.
Durante el trabajo, el jardinero siente su
presencia, oye su risa tras los rosales y los setos, la imagina alrededor de
los frutales buscando frutas maduras y a veces una suave brisa le hace estremecerse
sintiendo que ella roza sus manos mientras desbroza, planta, siembra y, de vez
en cuando, cerrando los ojos puede sentir un dulce beso sobre sus labios, es
tan real que alarga sus brazos para atraparla pero al abrirlos ya se ha
esfumado y nuevamente la oye deambular entre las flores y jugar entre los
nectarinos y los almendros. Sabe que le gusta acercarse al estanque de los nenúfares donde
observa embelesada el nadar monótono de
las carpas.
Cuando en los
atardeceres riega sabe que la volverá a oír alegre tras los macizos de flores,
huyendo como una niña traviesa de las gotas de agua que le salpican y él se
deleita intentando descubrir en qué rincón se ha escondido. Es un juego de
almas en un intento de fundirse.
Al llegar la
noche siente que su presencia sigue en el jardín y se asoma a la ventana para
verla aparecer y desvanecerse por diferentes rincones, sutil e impalpable, una volátil sombra iluminada por plateados rayos
de luna, una ilusión. La quisiera
alcanzar pero sabe que las almas son etéreas y se le escaparía de las manos como se escapan los sueños al despertar.
Y se duerme
esperanzado porque aunque ella se escapa entre las sombras de la noche sabe que
su esencia permanece por siempre en el jardín.
8 comentarios:
Bonito relato Leonor. Que ella siga presenta cuidando su jardín... que él pueda verla... que su esencia permanezca ahí.
¿Quien es ella? Es una curiosidad que despierta tu relato.
Ella y su recuerdo parece que se quedó en ese jardín. Parece que a él le reconforta pasearse y cuidar el jardín que compartió con ella.
Un abrazo
Una Ninfa jugueteando por el jardín y un jardinero que suspira con encontrarla y que se esmera por manterlo cuidado y bello, generando con su dedicación armonía y color.
Que cuento más romántico y hermoso has contado Leonor. Me encantó por lo inocencia que inspira.
Nos vemos en Aranjuez.
Un abrazo
Hermosa historia de amor entre seres de naturaleza diferentes, pero afines y semejantes en su capacidad de darse.
Hermosa historia.
=)
Un relato precioso! El simple hecho de saber que la presencia de ella está en su jardín, es suficiente para hacer feliz al jardinero que sabe que no puede aspirar a otra cosa.
Un beso
Me gusta lo de "trabajado con amor".
Un beso.
Precioso...sencillamente...una maravillosa presencia esquiva, enamoradiza...
Digno de aplauso...como bien comprobaste...
Besos
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