En las frías noches de invierno era algo habitual que en cuanto empezaban a sonar truenos, en todas las casas de la Isla se pronosticara que se iba a ir la luz y ocurría así. En casa de mis abuelos había un quinqué que siempre estaba preparado para estas ocasiones, disponía de un depósito para petróleo y una mecha que se manejaba con una rueda situada en un lateral. Eran años de novelas radiofónicas y sillas alrededor de una copa para calentarnos, ese brasero que todas las tardes se preparaba con cuidado para que durara hasta la hora de irse a dormir, era un ritual que solía llevar a cabo mi abuela en la azotea, junto a puerta de la cocina que estaba situada en el cuarto alto de la casa.
Esas noches de relámpagos, truenos y frío eran toda una aventura, esperábamos que las bombillas se apagasen en cualquier momento y que la radio quedase muda en medio de lo más interesante del programa que estuviera emitiéndose para volver cuando ya sonaban los acordes de la despedida de la emisora. Pero mientras duraba el apagón todo se volvía especial, se encendía el viejo quinqué, esperábamos en esa semioscuridad contando historias y cuentos y calculando si la tormenta se acercaba o alejaba según la distancia de tiempo que había entre la luz del relámpago y el sonido del trueno, uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ¡se está alejando!, antes contamos cinco. Y la luz volvía al mismo tiempo en que la tormenta se iba camino de Algeciras.
El quinqué volvía a su rincón donde esperaría otra ocasión en la que volver a ser el centro de todas las miradas y nos íbamos a dormir tranquilos sabiendo que el temporal no nos había afectado salvo en que nos quedamos con las ganas de saber que ocurría a la protagonista de la novela, pero eso no tenía importancia, lo que de verdad importaba es que éramos felices con cualquier cosa, hasta con los apagones de luz.
18 comentarios:
entrañables tus recuerdos de infancia.
=)
Qué entrañable estampa has dibujado a media luz... Momentos añorados, sin duda. Recuerdo que casi recien casada, se sucedían apagones programados en Montevideo. Tocaba por zona, En mi casa correspondía el domingo, asi que aprovechabamos para reunir la familia y amigos, tocar guitarra, cantar "una que sabíamos todos" y disfrutabamos mucho de ese momento de encuentro. Tu relato me lo trajo a la memoria...
Besos Leonor!!
Para los pequeños los apagones pueden ser divertidos, si que recuerdo algunos veranos con mis abuelos y las tormentas con sus rayos y relámpagos eran la única luz que teníamos, era muy divertido. Abrazos
No me convence eso de perderme un capítulo de un programa que me gusta.
Ni Guillermo Sautier Casaseca, podía con los apagones. Para los que yo recuerdo, no hacia falta tormenta. Incluso estaban programados. Como los cortes de agua.
pero llevas mucha razón: a pesar de todo eramos felices.
Un abrazo.
Recuerdo esas escenas en casa de mi abuela...
Me encantan tus recuerdos familiares. Siempre le das un toque especial.
Un beso.
No sabía eso de contar entre el relámpago y el trueno. Todos los días se aprende algo nuevo.
Era una época que pasaba con frecuencia, sobre todo cuando había tormenta. Es muy bonita la escena que describes contando cuentos alrededor del brasero.
Un abrazo
Me gusta el momento en el que todo se vuelve especial.
Un beso.
Tú mirabas hacia Algeciras con quinqué y yo hacia la montaña de Lugo con velas. A pesar de la distancia que infancia más semejante.
Gracias, cuando uno tiene una infancia feliz, como es mi caso, le encanta recordarla.
Ese tipo de recuerdos me viene a la memoria cuando se corta la luz y pasa un rato. Muy bello.
Besos
Remedando a Machado, te diré que "mi infancia son recuerdos de... " no de un patio de sevilla precisamente, pero sí de apagones, Lo nuestro no era un quinqué, pero sí velas y algún que otro candil. Y esos ratos de corte de luz tenían algo de mágico o al menos a mí me lo parecían a la luz temblorosa de las velas o a la humeante luz de las mariposas (creo que se llamaban asi), en aceite.
Un fuerte abrazo.
Los relatos a media luz se convierten en algo inolvidable, sobre todo los que nos cuentan en nuestra niñez.
Precioso relato Leonor.
Besos alegres.
Entrañables recuerdos Leonor, de una infancia feliz. Escribirlos harán que tus hijas los guarden como suyos tambien.
Precioso.
Un abrazo.
Un agradable paseo por aquellas adversidades, asumidas con la voluntad de disfrutar hasta de la oscuridad.
Recuerdo las velas, y las interrupciones en la novela.
Entrañables recuerdos.
Besos
A media luz, como la canción.
Bonito relato lleno de recuerdos.
En mi blog tengo un premio para ti.
Besos
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