Una sonrisa a todo el que pasa a su lado, unos buenos días siempre con voz dulce, una bolsa de viaje llena de, no se sabe qué, y, sobre ella un platillo amarillo con unas monedas, de poco valor, las que valen un poco más, las va guardando en su bolsillo. Todos los días está ahí, en la puerta del mercado, aseado y con ropas limpias, y atento al paso de cada una de las personas que suben los dos escalones que hay para entrar al edificio, ayuda a las mamás que intentan subir la silla del bebé, a la señora de más edad que empuja su carro con cierta dificultad, a las que pasan cargadas de bolsas se ofrece a llevárselas, si vive cerca, porque en aquel rincón están todas sus pertenencias, allí ha establecido por el momento, su lugar de supervivencia.
Lleva ya algunos meses acudiendo cada mañana, fiel a su cita, y nunca se le ha visto un mal gesto, ni una palabra alta, siempre respondiendo agradecido al saludo de los viandantes.
¿Qué puede haberle pasado para tener que vivir en esta situación?. ¿Lo ha decidido él, o se ha visto obligado?. Los que pasan a su lado no saben nada, sólo ven que está ahí, a veces hablando con algún vecino que se para y comenta.
Ella pasaba muchos días por su lado, un saludo y una sonrisa, y a lo suyo, a sus compras aceleradas, a buscar las cuatro cosas que tenía programadas para el día, y... su pensamiento se quedaba un rato crispado, sintiendo que no hacía nada, que le daba apuro sacar una moneda y ponerla en el platillo, y seguía su camino pensando, pero si no lo hago....si él está ahí es porque lo necesita, no se sentirá mal si lo hago, sus dudas la alejaban de aquel platillo cuya imagen había quedado fija en su retina, de esos buenos días llenos de esperanza, de esa mirada triste envuelta en una sonrisa.
Un día tras otro, y ella a lo suyo, hasta que sus sentimientos rebozan, no puede seguir mirando a otro lado, le duele. Yo soy afortunada, dispongo de lo necesario, y vivo bien.
Esa mañana llevaba preparada una moneda, en cuanto se acercó, él sonrió y le dio los buenosdíasseñora, el saludo habitual, se inclinó al platillo y dejó allí aquel insignificante regalo. - Para el cafelito. -Gracias señora, que la mañana es larga y la boca se me queda seca. La naturalidad de sus palabras alejaron de ella esa sensación de estar en otro plano.
Así han ido pasando los días y no falta la moneda que deposita sin apuro en el plato amarillo. - Hola, buenos días. - Gracias señora, que Dios la bendiga. - De nada. Y ella a lo suyo, más satisfecha, contenta de colaborar.
Y a la mañana siguiente, -Una sonrisa y el sonido metálico de la moneda. -Gracias señora, pero no hace falta que todos los días.....si no tiene....muchas gracias.
-Para el cafelito de hoy. - Gracias, como me tengo que levantar a las seis y media, a esta hora estoy ya que necesito algo que me caliente el estómago. - Porque tengo que dejar el cajero recogido para cuando abre el banco.....y sus palabras suenan tan naturales, como si fuera lo más normal del mundo dormir en un cajero, luego vengo para lavarme un poco en los aseos del mercado, que hay que estar presentable. Y ella lo oye sorprendida, sobrecogida.
Y sigue su retahíla. - Luego, a las dos y media me acerco al Sancho Panza. -¿ Sabe usted dónde está?, pues allí hay bocadillos baratos. Y ella se va formando una idea de sus horas, del transcurrir de sus días, de sus noches....- Pues un día de estos te vienes a casa a almorzar. - Gracias señora iré encantado, se lo agradezco. Y ella sigue su camino. Más contenta, pensando en qué plato preparará para tan gentil invitado.
Y piensa que no hace falta ir lejos para encontrar a alguien que precisa una ayuda, alguien que necesita unas palabras alentadoras y un pequeño aporte para cubrir lo poco que su vida diaria requiere. Y siente que ella es muy afortunada por no tener que estar en esa situación, que podría haberle tocado, igual que le ha tocado a él.
Algún día desaparecerá, irá a otro lugar, o encontrará un trabajo, o decidirá simplemente cambiar de vida, y ella seguirá a lo suyo, a sus compras aceleradas, a las cuatro cosas programadas, sin saber nada de lo que ha pasado con ese ser amable que sacudió un día sus entresijos.