miércoles, 30 de noviembre de 2011

ESTE JUEVES: Carta a Jara

   Mi querida y añorada Jara:
Hace mucho tiempo que dejaste de estar con nosotros para correr junto a otros amigos en el cielo de los perros.
Llegaste a nuestra vida por casualidad, unos muchachos del barrio que cuidaban a tu madre te trajeron un día a mi puerta para ver si quería adoptarte y nada más mirarte supe que te quedarías con nosotros.


   Vivíamos en una casa antigua con una gran terraza donde podrías correr y jugar a tu antojo.
   Al principio nos volvías locos. ¿Recuerdas cada vez que te quedabas en casa sola el coraje que te daba?. Te enfadabas tanto que te dedicabas a arañar los muebles, descolgar la ropa del tendedero, tirar al suelo el teléfono y todo lo que estuviera a tu alcance, al volver encontrábamos la casa como si hubiera pasado Atila, pero nos recibías con tanto alborozo que apenas nos dabas tiempo a una pequeña reprimenda y nos tenías conquistados.
   Qué mal lo pasaste aquella vez que golpeaste la ventana y te cortaste con los cristales los tendones de la mano. La hemorragia era imparable, te envolvimos la pata en sábanas y afortunadamente encontramos una veterinaria de urgencias que hizo un esmerado trabajo. La intervención fue un éxito y no te quedaron secuelas.
Al volver a casa, venías aún aturdida por la anestesia y te acostamos en un butacón del salón. ¡Qué suerte después de todo!. A partir de ese momento fue de tu propiedad.



   ¿Te acuerdas cuánto te gustaba la playa y las marismas?. La primera vez que te quisimos subir al coche fue una tortura, tenías tanto miedo que hubo que sobornarte con una caja de galletas, pero desde esa experiencia, era ver el coche y echar a correr para subir la primera, no fueras a quedarte en tierra.


   ¡Y qué bien te portaste cuando trajimos al bebé recién nacido del hospital!. Ya te habíamos ido preparando para su llegada dándote a oler las ropitas que había tenido sobre su piel para que al llegar lo identificaras. Te tuviste que acostumbrar a ese nuevo ser llorón que te restaba protagonismo y al que no podías acercarte demasiado. Desde la puerta del dormitorio vigilabas todo lo que hacíamos con él y cuando dormía en su cuna te apostabas en la puerta para avisar de cualquier ruido o movimiento. Cuando empezó a desplazarse por la casa con el taca-taca tenías un cuidado especial al pasar junto a él, así como el niño se acostumbró al peligro que suponía tu rabo cuando estabas contenta. Jamás te revolviste cuando empezó a martirizarte con sus juegos de tirones de orejas. Tenías una paciencia infinita.
   Cuando nos dejaste tenías trece años y el veterinario nos consolaba diciendo que te ibas porque eras muy vieja y que habías tenido una vida llena de cuidados y felicidad. Pero yo me quedé desconsolada y en aquel momento no creí que fuera a tener nunca más una amiga como tú, no sólo por el dolor que me estaba causando aquel duelo, sino porque pensaba que dedicar mi cariño a otro perro era sustituir tu recuerdo.
   Y ya ves, ahora tengo dos, te hubiera gustado conocerlos. Koko es un perro de aguas con un carácter parecido al tuyo, es dócil y de una gran nobleza aunque muy cabezón, se nota que es un perro ovejero y no se duerme hasta que ha controlado que todos estamos en el redil, y te habrías encariñado con Trufa, una cachorrita bodeguera, porque es una zalamera. Es hiperactiva y cada vez que se despista es para hacer alguna diablura. 
   Cuando vuelvo a casa me reciben como hacías tú, dando saltos de alegría moviendo el rabito con viveza,  mientras entre ellos se disputan mis carantoñas. 
   Son los controladores de mi tiempo, tienen una rutina de horarios que en casa podríamos vivir sin relojes. Marcan el despertar, las comidas, los paseos, los momentos de juego y por la noche cuando pongo a calentar el agua de mi infusión llega la algarabía porque cuando me siento a saborearla hago reparto de galletitas. Y ellos lo saben bien.
   


   Bueno, mi preciosa Jara, es momento de despedirme no sin antes decirte que no olvidaré nunca los años que vivimos juntas y que en mi corazón hay un lugar privado para ti que nadie podrá ocupar.



sábado, 26 de noviembre de 2011

PENSAMIENTOS







  Canela y miel eres.   
       apoyo de mis lamentos,
            rocío que alivia mis fiebres,
             manantial de pensamientos,
       escudero de mis penas,
      luz de mis ojos ciegos,
       origen de mis desvelos.




miércoles, 23 de noviembre de 2011

ESTE JUEVES : EXTRANJERO E INMIGRANTE



    Miseria, hambre, angustia, miedo, desesperación.
   Huida.
   Una lucha titánica por la supervivencia.
   Dos vidas alimentadas por la misma sangre.
   Dos corazones latiendo con ritmos distintos pero acompasados.
   El enfrentamiento con las aguas traidoras del estrecho.
   El frío de las noches despejadas colándose hasta la médula.
   Las gélidas ropas empapadas.
   Los ojos fijos en las parpadeantes luces de la costa.
   Incierto destino.
   Plegarias, hambre, sed, temor, estremecimiento y dentelleo, exiguo y        penoso equipaje.
   El amanecer trae un atisbo de esperanza.
   El vientre congestionado protegiendo al ser interno.
   Ya en tierra, chalecos anaranjados de los voluntarios.
   Mantas para arroparla, bebidas calientes para reanimarla.
   En su pensamiento otros hijos que han quedado en las aldeas.
   Sus sentimientos mezclados, dolor intenso y agradecimiento.
   Llora de impotencia por lo abandonado, de gratitud por lo conseguido y de miedo por lo inseguro.
   Mientras tanto, aún temblando, a través de sus labios da sorbos de vida al ser que crece dentro.
   Esta vez ha habido suerte.
   Otras madres han quedado en el camino.
   La muerte invadiendo sus entrañas.
   
   Y nuestras miradas pasando de soslayo sobre las noticias, acostumbradas a su frecuencia pierden nuestra atención. Vidas de inmigrantes perdidas en su intento por alcanzar un mundo menos cruel.

   

  Dejo un enlace. Cliquea sobre el título.

martes, 22 de noviembre de 2011

CERTEZA





No desesperan las barcas
varadas sobre la tierra.
Miran atentas al cielo
buscando luna y estrellas.
Saben que amantes las aguas
vuelven con la marea.




domingo, 20 de noviembre de 2011

EL FARO DE TRAFALGAR




  Camino que lleva al faro,
siempre cubierto de arena,
vientos del este la arrastran,
la arremolinan, la llevan.
Los blancos lirios de playa 
adornan por la vereda.
Arriba una inmensa torre
vigila muy altanera.
Divisa toda la costa,
presume de compañera, 
aquella que en otros tiempos 
fuera la torre primera,
aquella que fue testigo 
de la maldita tragedia.
Se acercan las gaviotas,
le cuentan sus experiencias,
y ella orgullosa responde
con ráfagas de linterna.
Bajo las aguas atlánticas
de corrientes traicioneras,
duermen los barcos hundidos
el sueño de las riquezas.
Trafalgar, una encerrona 
de la Real Armada Inglesa.
Dice el faro que en las noches
que alumbra la luna llena,
ve las telas flameando
y oye el son de las cadenas, 
el crujido de las vergas, 
el crepitar de maderas.
Oye a los marineros
cansados de tanta guerra,
tirando de los chicotes,
aparejando las velas.
Se enfilan las botavaras
cual arietes a puertas.
Se oye el rugir de cañones
y el canto de las sirenas.
Andan ciñéndose al viento,
van navegando en conserva,
punteando con las proas 
van dejando sus estelas.
Dice el faro que sus rayos 
iluminan la contienda.
Ve los buques que derivan,
que se escoran, que bordean.
Los capitanes decrépitos
siguen sus estrategias.
Los ojos al catalejo
atentos a la reyerta.
Al cuidado de su rumbo
se dedican las estrellas
y la rosa de los vientos
que está de acuerdo con ellas.
El faro de Trafalgar
en su tómbolo de arenas
acompaña con sus guiños
la batalla sempiterna,
esperando que el sol traiga
algunas horas de tregua.