
Andaba agazapada a las paredes buscando la protección en las sombras, estaba aterrada por lo que veían sus ojos. La ciudad, alumbrada solo por unas amarillentas bombillas que colgaban en algunas esquinas, presentaba un aspecto infernal, de los edificios dañados caían pedazos, las calles llenas de tierra y montones de escombros por todas partes hacían muy difícil caminar, todo presentaba un color terroso. Caminada agachada, casi a rastras, agarrándose con las manos a los cascotes, arrastrando las piernas, las rodillas le sangraban y le dolían las uñas destrozadas de asir piedras para impulsar su cuerpo extenuado. El avance era demasiado lento, desesperante, estaba aterrorizada, no tenía ni idea de que lugar era ese, nada le resultaba conocido y no sabía a donde dirigirse, todos los alrededores tenían el mismo aspecto. De pronto se percata de que está desnuda y su angustia aumenta, aunque es consciente de que desde que ha comenzado esta situación no ha visto a nadie, la ciudad está desierta, ni seres humanos ni animales, ella sola y ese escenario espantoso. Se acerca a un rincón y se sienta con las piernas encogidas, rodeadas por sus brazos y la cabeza apoyada en sus doloridas rodillas. Deja caer su cuerpo sobre el suelo, cierra los ojos y llora con desconsuelo. Esta ciudad es uno de sus sueños recurrentes.
