martes, 8 de mayo de 2012

UN PASEO por tierras gaditanas.

 

   Haciendo honor al nombre de mi blog hoy dejo un breve recorrido por algunas de las imágenes que he ido recogiendo en mis paseos por esta tierra.
 



Rubias arenas y extensas playas. Playa del Castillo, San Fernando.



Marea baja en la bahía de Cádiz, San Fernando.




Dunas vivas de fina arena. Playa de Valdevaqueros, Tarifa.



Peñón de Gibraltar y playa de la Torre, San Roque.



Espigón muelle de Conil.



Deporte y diversión camino del Castillo de Sancti Petri, San Fernando.



Castillo de Sancti Petri.



Atardecer en la playa del Castillo, San Fernando.



Costa africana desde el mirador de Tarifa.



Calderones en aguas del estrecho, frente a la costa de Tarifa.



Delfines jugando junto a la embarcación, Tarifa.



Ruinas de Baelo Claudia y playa de Bolonia, Tarifa.



Columnas de la basílica y estatua de Trajano, Baelo Claudia.




Uno de los arcos de la muralla de Vejer de la Frontera.



Almenas de la muralla, Vejer.



Muralla y palmeras, Vejer.



Estrechas y empedradas callejuelas, Vejer.



Molinos de Vejer.



Vista de los campos desde la muralla, Vejer.



Enredadera abrazada a la higuera, zona del Tempul, Jerez de la Frontera.



Torres vigías frente al puerto de Cádiz.



Catedral de Cádiz y playas, vista desde la torre Tavira.



Balneario de la Palma en la playa de la Caleta, Cádiz.





domingo, 6 de mayo de 2012

MI MADRE



   
   
    Esta mañana hemos ido prontito a casa de mamá. La pillamos recién levantada, esperando como cada día que mi hermana Isa llegara para asearla y vestirla.  Mi padre le había puesto la insulina y dado su desayuno. 
   Mi madre es una mujer tierna, habla bajito y siempre está sonriendo. Sólo se queja por sus dolores pero nunca protesta por nada, todo lo que hacemos le parece bien. Es muy prudente y nunca la he oído hablar de nadie. Ella vive su vida junto a mi padre que es el centro de su mundo y sin el que se siente perdida. 
   Está olvidando poco a poco, vive el presente día a día y sus recuerdos se remontan en el tiempo, pero sigue teniendo el carácter dulce que ha tenido toda su vida. Conserva esa amabilidad que sólo poseen las buenas personas.
  Da gusto estar a su lado porque transmite tranquilidad.             
  Su piel sigue siendo suave y suele tener los mofletillos coloraditos, como una adolescente ruborizada. Tiene unas manos preciosas. Ella contaba que un escultor muy famoso de aquí, se había inspirado en ellas para hacer las manos de una virgen.  
 Cuando nos reunimos intentamos que lo pase bien y se ría, y riendo ella ríe mi padre que la ama más que nada en el mundo y está sufriendo más que nadie su deterioro, y cuando nosotros los vemos felices se nos alegra el alma y sentimos que son las dos personas más grandes del universo.
   
   Así es mi madre y me ha apetecido dejarlo por escrito como un homenaje a una mujer buena y por si alguna vez yo también olvido. 
Y ahí nos tenéis juntas a cuatro generaciones, Charo es mi madre, Elisabet es mi hija, Paula es mi nieta, y yo, Leonor, que las quiero a rabiar.



viernes, 4 de mayo de 2012

¡HOLA LUNA!



¡Hola Luna, qué prisa te has dado chiquilla!
Aún no ha llegado el ocaso
y ya andas ahí en lo alto.
¿Qué te ha empujado a salir tan tempranera?

Es que quiero ver la vida.
Ver a los niños jugando
y ver una puesta de sol 
cuya belleza vais pregonando.

Pues date prisa muchacha
que el cenit está llegando,
que ya por el occidente
el astro se está ocultando.

Corre y dile de mi parte
que en la mañana esté atento.
Que sin su luz no amanece
y ni tú podrás alumbrarnos.



jueves, 3 de mayo de 2012

ESTE JUEVES: EDAD MEDIA



Castillo de Olvera, Cádiz

   
   La torre del homenaje era el lugar del castillo en el que la muchacha pasaba la mayor parte del tiempo.
Desde sus ventanas oteaba las tierras que rodeaban la fortaleza. No se cansaba de subir una y otra vez la escalera de piedra en forma de caracol por la que accedía al torreón. Tanta era su ansiedad que no encontraba ningún entretenimiento, pasaba las horas ensimismada, estaba triste, no reía ni siquiera cuando sus criadas venían con chismorreos, no disfrutaba ni cuando con exquisita maestría le ofrecían melodías tocadas en zanfonas y arpas,  nada la consolaba. 
   Junto a la chimenea de uno de los vastos salones tenía colocado un bastidor con una labor de bordado que hacía meses no tocaba, en la tensa tela había dibujado las iniciales de sus nombres cuando supo que Don Alonso la iba a tomar como esposa. Entre la urdimbre y la trama quedaron abandonadas las dos letras, A y E, rodeadas por una guirnalda de flores que con el tiempo se habían marchitado tanto como el amor de Elisenda.
   Habían pasado meses desde que su señor partió a la lucha y no había noticias de su regreso. Su desazón crecía cuanto más pensaba en los días que faltarían aún por esperar. La ausencia de su marido la estaba enfermando.
   De vez en cuando salía a pasear por los patios, recorría pasadizos, visitaba las cuadras, bajaba a las bodegas, se acercaba a las cocinas, iba a la herrería,  todo con tal de acortar las horas, de acelerar la llegada de la noche y el paso de un nuevo día.
   Una tarde mientras caminaba por el adarbe de la muralla, divisó entre las almenas una nube de polvo que se acercaba al castillo. Era la tierra seca que levantaban los cascos de las cabalgaduras que volvían de las batallas. Al frente el portador del banderín con el emblema de la familia, a su lado un caballero de armadura que ella reconoció por el penacho que adornaba el yelmo, era su dueño, el poseedor de su deseo.
   Bajó dando traspiés por las escaleras y corrió hasta las grandes puertas que ya empezaban a abrirse. El rastrillo mostraba sus agudos dientes desde la altura y el puente levadizo cubrió el foso cayendo casi al tiempo en que los caballos apoyaban las patas delanteras. Un estruendo alertó a todo el personal del castillo que asomaban por las puertas de sus dependencias y se dirigían al patio de armas a dar la bienvenida a Don Alonso y sus huestes.
   Cuando Elisenda se hubo cerciorado de que el caballero era su marido se retiró a sus aposentos con la certeza de que su señor iría a visitarla en cuanto se hubiera desecho de su pesada armadura, también estaba segura que no pasaría primero por el baño, no por respeto hacia ella, cosa impensable, pero ni siquiera por su propia comodidad, porque primaba el deseo de poseerla.
   Cuando lo vio entrar descubrió en sus ojos el deseo lujurioso que ella tanto odiaba. Nunca hubo miradas de amor. Su matrimonio había sido convenido por las familias pero siempre tuvo la esperanza de que él la amaría. 
   A pesar de todo se mostró complaciente, sonrío mientras él se iba acercando, había imaginado y esperado este momento desde que él salió a combatir. Elisenda lo miraba nerviosa, expectante.
El se acercó y ella en un arrebato de valor lo atrajo hasta su cuerpo. Ella misma hizo entrar aquella dura pieza que tanto había deseado. La vieja llave abrió el cinturón de castidad que la había martirizado durante tantos meses, dejando en libertad a la mujer.
   Elisenda bajó de la cama y corrió escaleras abajo envuelta en su camisola. Se dirigió a las cuadras, montó sobre su yegua y salió del castillo.
   


Foto actual de Olvera



martes, 1 de mayo de 2012

NUBES




El atardecer nuboso de primavera
acompaña mi regreso.
Siento un amenazante viento de lluvia.
La escena me promete tormentas.
El sol me despide con sus últimos rayos
y se precipita al occidente.
Será una noche de aguaceros. 
Y yo, arropada en mi cama 
añoraré las horas pasadas.