lunes, 7 de noviembre de 2011

EL CARBONERO


   Al amanecer el carbonero camina hacia el bosque del encinar, va sólo, sobre su vieja carreta, no lleva más compañía que su añeja mula, sus pensamientos y el frío penetrante de la mañana.
   Le quedan muchas horas recogiendo ramas, y otras tantas de paciencia. Días y noches de constante vigilancia junto al horno.  Construye la parva apilando la madera, cubre el montículo de tierra, palada tras palada, una y otra y otra, así hasta que sus brazos no sienten. Luego enciende el fuego y se mantiene atento a las chimeneas. El color del humo, pasando del denso blanco al azulado y más tarde al transparente avisará al carbonero del momento oportuno para apagarlo. La sabiduría transmitida generación a generación. Mientras espera, ha colocado una manta sobre el suelo, se ha tumbado sobre ella y observa el cielo, la luna tras unas ramas se asoma curiosa y el titilar de las estrellas da vida al oscuro firmamento.
  Su mula descansa cerca y espera a que su dueño comience los cuentos de cada noche.
   De regreso aunque cansado, va caminando junto a la carreta, no quiere incrementar el trabajo a su noble compañera. Vuelve despacio, arrastrando sus pies por el camino de tierra, tirando de las riendas en un generoso esfuerzo para aliviar la fatiga a su amiga.
   Son muchos los días que pasan juntos, solos en medio del encinar, y a quién contar sus miserias, a quién narrar sus recuerdos,  a quién decirle que una vez tuvo sueños de grandeza.
   La vieja mula lo mira atenta, él sabe que ella entiende sus palabras porque son muchos los días que pasan juntos, solos en medio del encinar.
   



sábado, 5 de noviembre de 2011

ESTE JUEVES : LA PETITE MORT



   Al llegar la noche su mente se encontraba abotargada, así era todos los días, se sentía saturada de palabras e imágenes, de problemas laborales y personales, le pesaban los trabajos realizados y los proyectos por emprender, la sobrecargaban los sueños incumplidos y los miedos.
   Tenía rutinas a la hora de ir a dormir, dicen que eso ayuda a conciliar el sueño.
   Como una hechicera, había preparado su particular cartuja, su privado monasterio.
   Una bolsa con flores de lavanda colgaba del cabecero de su cama para favorecer la calma y remediar el insomnio. Un "atrapasueños" pendulaba sobre el tálamo, junto al transparente velo del  mosquitero,  filtrando las pesadillas y dejando pasar sólo los buenos sueños, aquellas quedaban entre sus redes y se desvanecerían con el primer rayo de luz del amanecer.
   Colores, aromas, texturas, luces y sombras, ángeles y amuletos, todo estaba perfectamente estudiado para crear un ambiente propicio al sueño. La panacea universal. Supersticiones, magias y remedios.
   Tras una relajante ducha y una frugal cena se embutió entre las suaves sábanas de blanco algodón y esperó ese prodigioso estado de inconsciencia.
   Dio una y mil vueltas, probó mil y una posturas, suspiró mil veces y, mil veces convocó al sueño que no llegaba.
   Se iban sumando horas en el reloj y comenzó a desesperarse. En su desvelo la mente comenzó a traer imágenes que ella rechazaba para sumergirse en la nada. Desechaba los pensamientos en busca del vacío. Entre ellos acudió un recuerdo agradable, lo evocó, lo recreo y sintió un estremecimiento. Se abandonó a la memoria y se dejó llevar para revivirlo.
   Sus ojos se cerraron con fuerza para alcanzar la distancia que la separaba de aquellos momentos, y trajeron las imágenes. Sus labios pronunciaron en silencio palabras dichas entonces, y sonaron en el recuerdo.  Sus manos comenzaron a deslizarse suavemente por su piel, como otras manos lo hicieran. Palpaban, acariciaban, oprimían, buscaban y encontraban. Iban guiadas por una fuerza exterior y tan ávidas de sentir que no hubo monte, llanura o valle que no fuera recorrido por ellas. Llegaron a lo más recóndito del paisaje y, conocedoras de su estructura se expresaron con precisión. Así comenzó la agonía.
   Se curvó su cuerpo y se estiraron sus piernas. Una profunda respiración agitó sus pechos. En sus retinas,    labios, bocas, lenguas, manos, ojos, cuerpos, sexos, aparecían como fotogramas proyectados a baja frecuencia. Sentía besos apasionados, miradas anhelantes, bocas insaciables, caricias ambiciosas. Sudaba, suspiraba, se retorcía, acariciaba todos los cuerpos de toda la tierra, acariciaba la tierra misma. Ella era todo. Y gritó callada. Y tras un ahogado gemido dejó de ser.
   No era, no existía, no estaba. Solo el vacío, la nada. La muerte. Por un instante, la muerte.
   Al despertar miró el "atrapasueños" y sonrió agradecida por desviar sus temores. No recordaba haber soñado. Pensó en lo cansada que había llegado a la cama y la rapidez con la que se había quedado profundamente dormida. Se encontraba renovada, nueva, feliz y esperanzada.
   
   
   
  

viernes, 4 de noviembre de 2011

SUMANDO


   Hoy he añadido un año más a la suma de mi vida. He estado a punto de escribir el recuerdo más intenso de cada uno de mis años, pero me ha parecido cruel, no sólo para mí por el esfuerzo mental, sino para aquel amigo que se pase por mi blog y tenga que sufrir mis neuras. 
   Tengo buena memoria y soy capaz de remontarme en el tiempo hasta que sólo tenía tres años. Creo que mi recuerdo más antiguo es el nacimiento de mi hermano. Me habían llevado a pasar la noche a casa de unos familiares, pero de eso no tengo conciencia, lo que sí veo con total claridad es mi entrada por la mañana en la habitación de mis padres, y mía, porque todos dormíamos en la misma, y la cara sonriente de mi madre con camisón blanco y un rollizo y sonrosado niño acostado a su lado. Me dijeron que era mi hermano y yo le puse nombre, Jaime.
   Poco más tengo en la memoria de esos años, una rebeca de angorina rosa, unos zapatos que se encogieron y no me los podía calzar, por lo que lloré durante un buen rato porque eran mis preferidos, una visita con mi padre a su lugar de trabajo, un duro que me dio su jefe. ¡Qué cosas guardamos en la memoria!.
   Hasta la adolescencia todo iba transcurriendo dentro de lo que podemos considerar normal en el seno de una familia de clase media, pero mis inquietudes se desbordaban, lo que luego sería un espíritu impetuoso más o menos controlable, entonces se me iba de las manos.
   Cuando yo tenía once años nació mi hermana Isabel María y disfruté comprándole a medias con mi hermano, un muñeco de goma que le pusimos como regalo de día de Reyes.
   Cuando cumplí los doce años, dos acontecimientos desbarataron mi entorno, mi tía Isabel que era mucho más que una tía, era mi madre adoptiva, me llevaba a la playa, aunque a su salud le sentara como un tiro, en las calurosas noches de verano nos divertíamos en el cine, si iba a visitar a sus primas a Puerto Real siempre era yo su acompañante, se sentaba junto a mí a repetirme una y otra vez las lecciones de historia y geografía que tenía que memorizar, me esperaba durante dos horas cuando me había portado mal en el colegio y tenía que quedarme al estudio, cada noche en la cama me narraba historias de Sancti Petri y me agarraba del brazo para que no sintiera miedo, pues tita, como la llamábamos todos, se casó y se fue de viaje y cuando volvió ya vivía en otra casa. 
   El otro suceso fue la muerte de mi abuela, con ella tenía garantizado el escondite perfecto ante una reprimenda, que seguro estaba bien merecida, pero para eso están las abuelas. 
   No sé qué ocurrió dentro de mí, pero me sentí abandonada. Estaba acostumbrada a vivir con ellas desde que nació mi hermano y estos cambios fueron muy grandes para digerirlos. 
   Tras estos hechos, y ataviada con estas pérdidas, la insensatez y ese entusiasmo por andar siempre contra corriente, cogí una pequeña maleta y decidí irme por el mundo, no tenía ni idea de a dónde iba a ir ni cómo iba a vivir, pero unas pocas ropas y algunas monedas compusieron mi exiguo equipaje.
   Afortunadamente mi madre me cogió antes de que me lanzara al universo.
    Sólo tres años después, sólo tres, di a luz una preciosa niña con cerca de cuatro kilos.
   Ahí acabó mi niñez y adolescencia.
   Mi vida era, está siendo y espero que sea siempre como una rompiente en la que las olas se estrellen y la mantengan despierta y alerta, aceptando estoicamente y con dignidad cada sacudida.



miércoles, 2 de noviembre de 2011

BENDITA IGNORANCIA



   Del rosal, entre las espinosas verdes ramas, brotan felices nuevas rosas.
   Ajenas a lo efímero de la vida, disfrutan exhalando su perfume y mostrando a todos su belleza.
   Injusto pasar del tiempo que marchita sus bellos pétalos, antes henchidos de color y rebosantes de efluvios dulces, ahora mustios y apagados.
   Malvado viento inclemente que los arranca y los derrama sobre el húmedo suelo que alimenta.
   Próximo, el enérgico capullo mira de soslayo a la decrépita rosa y orgulloso pavonea su frescura.
   Inconsciente e insensata incipiente flor de rosa. Ilusa e ignorante desconocedora de la vida.
   Menospreciando lo que será ella misma, rechazando lo que es ineludible.
   Humilla la exuberante joven a quien ha dado de su cuerpo la semilla, desechando que también ella perderá su lozanía.  
   Cuesta a la zagala aceptar que nada es perdurable, elude lo que es evidente, mientras su vida transcurre lejos de lo inevitable.
  
   


martes, 1 de noviembre de 2011

RITMO NATURAL



Almendro en flor


Ramas floridas del almendro


Nada comparable a la belleza natural 


Días de sol, agua y luz para convertir las flores en frutos.


Y el milagro de la naturaleza año tras año.

   Unas bellas fotos para tranquilizar los ánimos de los blogueros que hemos acudido a la convocatoria de Teresa. He acabado con la cabeza llena de fantasmas, brujas, difuntos, gritos, aullidos, pesadillas y todas las palabras que se relacionan de alguna forma con el miedo.
   Un montón de relatos espeluznantes y de una gran calidad. Ha sido un horrible placer leer a tanta gente que disfruta con el juego de organizar las palabras. Casi todos nos hemos movido en los límites entre la vida y la muerte, no podía ser de otra forma, dado el tema que nos proponían.
   Seguiré leyendo los escritos que aún no he podido leer pero hoy ya estoy saturada de maldades. Mañana continuaré, si no me desvanezco entre las sábanas.
   Para desentumecerme de tanta lectura he hecho una Tarta de Santiago con las almendras de las fotos.