jueves, 8 de septiembre de 2011

DIEZ MINUTOS




   De vez en cuando, entre las muchas cosas que guardamos en casa, nos topamos con algo que teníamos olvidado y que en su día habíamos rescatado de ir al basurero por aquello de la nostalgia.
   Tengo unas cuantas revistas editadas entre los años 1952 y 1957, no sé cuánto tiempo antes habían empezado a publicarse, por el número de este ejemplar vemos que llevaban 269 semanas, era el VI año. De lo que sí  tengo constancia es de que aún hoy hay un semanal con ese nombre.
   Es curioso leer algunas de las noticias que eran novedad en aquella época y que hoy día, transcurridos los años, observamos lo acertadas o erróneas que eran, o más bien, si se cumplieron o no, muchas de las expectativas que se vaticinaban.
  En la portada del número que he elegido como muestra, vemos a la archiconocida actriz Sara Montiel,  que iba a rodar la película El último cuplé. ¿Quién no la ha visto?. Los que ya somos algo maduritos, la hemos visto más de una vez, primero en los cines y luego en televisión.
Yo, de pequeña, iba con mi tía Isabel al cine de verano casi todas las noches, en los hogares aún no era la "tele" algo imprescindible, e incluso para muchos algo inasequible, por lo que las películas se tenían que ver en la gran pantalla. Era toda una excursión ir al cine de verano. Llevábamos bocadillos, agua, chucherías, hasta huevos duros. Y la rebeca por si el relente empezaba a caer y nos entraba el frío. Maravillosas noches, dos películas y unos pocos anuncios locales por algunas pesetas.

   Volviendo a la portada, a la izquierda, como segunda noticia en importancia, una instantánea de la tercera boda del barón von Thyssen con una modelo llamada Fiona. Sabemos que hubo otras dos. Tita Cervera sería su quinta esposa.
 Debajo de la foto de los novios aparece una vista de las obras de un tunel en París, lo que mi mente ha relacionado instantáneamente con el accidente que costó la vida a la princesa Diana de Gales. Aunque no se trata del mismo túnel, si que es uno de los que cruzan el Sena.
   Como noticia de menos importancia, al menos para el periodísta que las redactaba, leemos que Soraya iba a dejar de ser emperatriz de los persas. Así fué.
   En letras pequeñas, se informa de la mujer despechada que arrolló con su coche al novio que la había traicionado. Por curiosidad me he adentrado en las páginas para ver si el asunto había acabado en tragedia, y así fué, él murió en el acto y ella fue detenida y cumplía condena, pero, se trataba de una narración corta, un relato ficticio.

   Por último, comentar que mi tía me contaba que cuando mi madre me estaba gestando, pasaba la mayor parte del tiempo durmiendo, un embarazo tranquilo al parecer. De ahí deduzco que esa sea la razón por la que hay más semanales de esa época. Mi padre estaría tremendamente aburrido, y su afición al coleccionísmo empezaba a surgir. Ahora es un gran coleccionista. Se alegrará cuando se los enseñe porque él no tiene ni idea de que yo los he guardado todo este tiempo.
   De vez en cuando dedicaré alguna entrada a estas nostálgicas publicaciones.

Os deseo un buen día.
   

lunes, 5 de septiembre de 2011

COMO AGUA PARA CHOCOLATE















La cebolla tiene que estar finamente picada. Les sugiero ponerse un pequeño trozo de cebolla en la mollera con el fin de evitar el molesto lagrimeo que se produce cuando uno la está cortando. Lo malo de llorar cuando uno pica cebolla no es el simple hecho de llorar, sino que a veces uno empieza, como quien dice, se pica, y ya no puede parar. No sé si a ustedes les ha pasado pero a mí la mera verdad sí. Infinidad de veces. Mamá decía que era porque yo soy igual de sensible a la cebolla que Tita, mi tía abuela.
Este es el comienzo del magnífico libro de Laura Esquivel "Como Agua para Chocolate".



Una obra magistral.
Una sensual historia de amor.
Una película para ver muchas veces y un libro para releer cada cierto tiempo.
  
 

domingo, 4 de septiembre de 2011

IR DE BODA





   No me gustan las bodas. Además esta tarde estoy un poco "depre" y aún veo las cosas más aburridas de lo que quizá sean en realidad.
   Cuando recibes la invitación empieza el tiempo "preboda", que vuelve loca a cualquier mujer. Empieza la cuenta atrás y no tienes ni idea de cuánto vas a desear ser una ermitaña.
 Lo primero,  qué vas a ponerte, luego la  arriesgada aventura de buscar algo bonito, favorecedor, que te haga sentir guapa, que no sea muy caro, que cumpla con el protocolo, que no vaya a coincidir con otras invitadas (riesgo imprevisible), que tenga fácil combinación con bolso, zapatos y demás complementos, que, que, que...., una locura.
   ¡Y el pelo!. ¿Qué hago con esto?. Tocado, pamela, ahora está de moda que la novia decida qué tienen que ponerse las invitadas en sus cabecitas.
  Te llevas toda la mañana en la peluquería. Si la muchacha en cuestión ha optado por que luzcan tocados, te ves atravesando la ciudad con tu cabeza recién peinada y el mogollón de adornos en el lado, tapándote medio ojo, con tus vaqueros, tu camiseta y tus zapatillas cómodas. Crees que todo el mundo te mira. Coges por las calles menos transitadas y con la cabeza gacha intentas llegar a tu casa cuanto antes. Ojalá se hubiera inventado el teletransportador!.
    Horas antes de la boda ya estás hasta el moño del peinado, el tocado y la madre que parió a la moda. Luego tienes que ducharte. Ja,ja y ja. Con sumo cuidado, que el agua encrespa el pelo y puedes llegar hecha unos zorros.
   Ya duchada, con tu ojo y medio intentas maquillarte. Y si además tienes presbicia y usas gafas para poder ver algo claramente, ya lo tienes jodido. A ver quien se pinta unas sombras.
   Ya casi estás y oyes que tu acompañante empieza a decir la hora como si de un reloj de cuco se tratara. Cada cinco minutos suena el "vamos a llegar tarde", y "no habrá donde aparcar".
Y tu sigues en tu intento de hacer el milagro de Lourdes y lograr acabar la faena sin cornadas graves. Te pones las malditas medias que son obligadas sea invierno o verano, y ésto si que es un alto riesgo porque ya no controlas tus movimientos y por menos de un periquete clavas una uña en el sucedáneo de pellejo del color adecuado, y ya llegamos.
   Pasado el suplicio del arreglo, llegas a la puerta de la iglesia y caminas tímidamente ante las miradas del resto de invitados, lo primero que haces es buscar un vestido como el tuyo y...  nadie a la vista que coincida. Sigues el recorrido entre la gente y sientes las miradas inquisidoras a tu espalda. Sonríes a todos porque es lo correcto, pero quisieras desaparecer y verte en tu casa tranquila, con tus perros alrededor haciendo diabluras y tus magníficas zapatillas de casa en lugar los tacones que te están matando.
   Dentro de la iglesia todos buscan a los más conocidos, se van sentando unos junto a otros, la unión hace la fuerza. Más vale ir tomando posiciones que quedan muchas horas de festejo.
   Termina la ceremonia y, carrera a la puerta del templo a poner el suelo como una paellera, mientras el cura, micrófono en mano pide a los invitados que no arrojen el arroz dentro del sagrado recinto porque a la puerta ya esperan otros novios y otros invitados.
   Ahora llega la espera entre el rito litúrgico y el ágape nupcial, mientras los novios hacen un reportaje fotográfico que bien vale lo que van a cobrarles, esperas pacientemente haciendo tiempo para no llegar la primera al convite. No sabes que hacer ni dónde meterte con esta pinta.
   Y el colmo de los colmos llega con la puesta en escena de la entrada de los novios al comedor. Los camareros deben haber pasado un examen de artes escénicas para obtener el puesto. Con cada plato hay una especie de coreografía. Carreras entre las mesas. Entremeses, primer plato, sorbete, segundo plato, postre, champán, tarta. Todo un despliegue de comidas que en su mayor parte van de vuelta a la cocina, ¡cuánto despilfarro!. Y sigue la cosa.
  Se abre la barra libre y se abarrota de sedientos. Incluso los que no beben nunca se acercan a coger su vaso, que es gratis.
   La música pachanguera empieza a atronar y ya es cuando estas a punto de echar a correr, con tacones y todo. Ensordecida, mareada por el bullicio que se arremolina alrededor de la orquesta, intentas escapar hacia un lugar más tranquilo, silencioso a poder ser, pero no lo hay en kilómetros a la redonda. Te colocas en un rincón lo más lejos del tumulto y tu pareja opina que eres muy aburrida, que parece mentira que no quieras apuntarte a la vorágine. Los acontecimientos se suceden con tanta rapidez que los recién casados lo recordarán por las fotos porque en su transcurrir difícilmente pueden disfrutarlos.
   Todos quieren besar a la novia y bailar con el novio, según el sexo. O no.
   Los recuerdos que entregan a los asistentes, que tanto costó decidir, acabarán en un cajón y más adelante habrán pasado a ocupar alguna caja del trastero con las cosas que no tiramos pero que tampoco queremos tener a la vista.
   Afortunadamente no hay mal que cien años dure.
   Volver a casa es lo mejor del día. Desmaquillarte, mirarte al espejo sin tanta parafernalia, simple, natural. Y dormir. Abandonarte en tu propio tálamo nupcial en los brazos de Morfeo y tener tu propia noche de novios.
 
  
  



viernes, 2 de septiembre de 2011

YA SE SIENTE EL OTOÑO


Atardecer lluvioso

   ¡Cómo se agradecen las primeras lluvias!.
   No me imagino vivir en un lugar de la tierra donde no se aprecien los cambios estacionales. Me gusta ir percibiendo las distintas estaciones del año. Pasar del calor sofocante a las temperaturas suaves del otoño. Ver cómo van cambiando la sombras proyectadas por el sol, cómo se alargan y estilizan. Me gustan los colores del atardecer. La brisa que llega del mar con olor a viento del sur. Me gusta el aroma que emana de la tierra mojada, de las hierbas. Me gusta el frescor que envuelve el ambiente.
   Se respira con más ganas, inundando los pulmones de aire limpio, renovado.
   Esta tarde, con la ventana abierta, he visto llover como quien viera ese fenómeno por primera vez. Me he sentido feliz oyendo el chaparrón sobre los árboles del jardín. He disfrutado con el tronar de las nubes.
  Estaba en el trabajo con mi grupo de abuelos, que a veces me sacan de quicio pero que siempre me alegran el espíritu. Son como niños, apenas recuerdan el pasado y viven en un continuo desconcierto, pero son tan agradecidos que das por bien empleados cada uno de los días que pasas a su lado, ayudándolos a no estar tan perdidos en el mundo.
   Te cansas de contestar una y mil veces la pregunta rutinaria de cada uno de ellos, pero siempre contestas, aunque sepas que al momento van a olvidarlo y volverán a preguntar lo mismo. En ese instante se quedan tranquilos y te besan y te dicen cuánto te quieren por estar ahí, junto a ellos, para quitarles ese miedo que los invade.
   Me gusta hacerles dulces y ver los ojos de felicidad que ponen cuando ven los bizcochos, las magdalenas o las galletas que les llevo para merendar. Endulzar su vida es también una buena terapia.
   Esta tarde se sorprendían por la lluvia y los truenos. Se preocupaban por su regreso a casa, nunca saben cómo van a llegar a sus hogares. Cada día es la misma historia. Pero es tan gratificante para mí que no elegiría ningún otro trabajo.
  

jueves, 1 de septiembre de 2011

ADIOS AL VAPORCITO DEL PUERTO









 

HUNDIMIENTO DEL VAPORCITO DEL PUERTO


   Desapareció en aguas del puerto de Cádiz.

  El vapocito, Adriano III,  llegó al muelle herido de muerte pero dispuesto a salvar a sus viajeros y tripulantes. 
   Una vía de agua estaba inundándolo, ahogando sus entrañas, pero él, sacando fuerzas de flaqueza seguía sobre las aguas de la bahía camino de su destino, conocedor de que podría ser su última travesía y no quería quedar mal.
   El barquito al que canta todo Cádiz, el vaporcito inspirador de uno de los pasodobles más conocidos del carnaval gaditano, no quería que su gente lo recordara por una tragedia.
  LLegó a tierra y cuando los puso a salvo se dejó caer agotado al fondo del muelle.      De Cádiz al Puerto de Santa María, del Puerto de Santa María a Cádiz.  Un día trás otro. Varias veces al día.  Incansable. Siempre presto a zarpar.  Con  poniente y con levante.  Ciñéndose al viento o navegando de través, siempre fiel a su "singladura".
  Ahora permanece atento a las decisiones que tomen acerca de su futuro. ¿Reflotarlo?
  Su gracioso navegar cruzando la bahía es una estampa que no podemos perder.



  Desde 1955 al pie del muelle, esperando cariñoso a su gente marinera.
  La imagen del vaporcito atracado en su rincón estará para siempre en nuestro recuerdo.
  Hasta siempre mi querido barquito de vapor.
  Esperamos tu regreso.