Trabajo para Tertulia Rayuela del día 18 de diciembre de 2017.
Tan dolorosa es la pérdida y la ausencia que ello
conlleva, como la necesidad acuciante de
olvidar para soportarlas. Un año después de aquel aciago día seguía sin ser
capaz de desprenderse de los recuerdos que, si bien en ciertos momentos habían
sido un calmante para su locura, en otros se llegaban a convertir en estigmas
punzantes, en una hiriente agonía que la dejaba exhausta, sin fuerzas para
enfrentar su existencia. Los años
pasados no habían sido ni mejores ni peores, eran otros, diferentes, años que
no volverían, nunca más, como repetía incesante e inevitablemente aquel
desgarbado cuervo de ojos como tizones encendidos que visitó al poeta. Nunca
más aquellas noches frías de otros diciembres de nortes gélidos y lágrimas sin
penas. Nunca más aquellos días de fiestas en familia sin otros miedos que los
castigos amenazantes escupidos desde los púlpitos y las negras oscuridades de
peligros velados. Nunca más el tiritar de la mañana del seis de enero buscando
bajo las camas el abrigo de unos pies que nada más habían empezado el camino,
mientras, en la habitación contigua, ellos, los que ahora ya no eran, esperaban con más ilusión incluso, que el día apenas amanecido llenara de felicidad las miradas
inocentes de sus niños, miradas que seguían estando limpias de todo mal. Nunca
más volverían aquellos seis de enero, ni ningún otro día volvería a repetirse. Olvidar
o recordar era igualmente lacerante.