Pues como iba diciendo, los montones de curiosos comenzaron a recorrer los distintos puestos de verduras, frutas, carnes, recovas, charcuterías, etc...todos bien pertrechados y muy arregladitos, los comerciantes llevaban horas enfrascados en la decoración del lugar.
Los niños requerían la atención de sus padres para que los levantaran en brazos, pedían castañas, nueces y demás frutos típicos. Las mujeres admiraban las montañas de membrillos, naranjas, peras, plátanos. Las coles y coliflores se disputaban el protagonismo con los manojos de apio, las acelgas y los puerros. Las piñas, kakis y chirimoyas presumían de exotismo, los nabos se mantuvieron bien dispuestos y quietecitos para no provocar una batalla como ya había ocurrido en el mercado del Lazarillo, que los nabos fueron lanzados por todas partes a modo de balas, lo que llevó a comparar la situación del mercado con una batalla "nabal". Así lo escribió Anónimo.
El olor a castañas asadas tiraba de las narices hacia el lugar donde se había instalado el rústico asador, con la olla llena de agujeros y las ascuas de carbón chisporroteando. El soplador, agitado por la mano diestra de la castañera, removía el aire envolviendo todo el recinto con los humos aromatizados.
Los pollos desplumados habían sido vestidos de los más variados tipos, la cocinera con su delantal, -¡el guardia de la gorra, que corra!, gritaban los niños al pollo vestido de municipal, la gitana con su flor y sus tacones, el torero con taleguilla y todo, dos futbolistas, uno de blanco y otro de azul y rojo, que se disputaban una hermosa calabaza; hombres, mujeres y niños gritaban llamando la atención de los demás en una algarabía que empezaba a superar en decibelios a las notas de los músicos que seguían afanados en repartir redondas, negras, corcheas, fusas...y demás figuras musicales por todo el mercado.
Cerdos engalanados al modo de los gabachos, conejos arzobispos, corderos magistrados, cabritos, pavos, gallinas, perdices, todos desempeñando el papel que les ha tocado.
Entre bromas, ironías, sátiras y risas se hace un repaso de la actualidad por medio del embrujo del mercado. No hay político local, nacional o extranjero que no tenga un digno representante entre todas estas marionetas. Las gentes comentan con chufla los parecidos y argumentan las escenas.
Así es el "halloween" de mi ciudad, alegre, ruidoso, musical, irónico, colorido, gustoso, sin fantasmas, bueno alguno siempre aparece, sin calaveras, bueno, que también los hay, pero dejando aparte a los patosos, las fiestas de Tosantos están llenas de alegría, sin sustos ni amenazas.
Comemos y bebemos y hablamos y reímos, y volvemos a beber y a comer y cada vez hablamos y reímos más.
Más historias de Halloween en Teresa Cameselle.