miércoles, 9 de agosto de 2017

ESTE JUEVES : RELOJ QUE MARCAS LAS HORAS




De nuevo te giro y veo correr lentamente tu sangre,
ajena a todo, me distraigo en el tiempo, tu tiempo,
y mi tiempo.

 Tu arena fina alimenta una duna de pasado
que va amontonando recuerdos
mientras resta instantes a la vida.



Quién le iba a decir a Don Antonio que un día no volvería a darle cuerda a su reloj. Que su tiempo se había acabado y que serían otras manos las que se ocuparían de hacer girar la llave para que las manecillas pudieran continuar su invariable camino, segundo a segundo, siempre en la misma dirección, apuntando a los números romanos de su esfera nacarada. Todas las semanas, el mismo día y a la misma hora, él se dirigía con paso lento hacía el rincón de su cuarto donde estaba colocado el reloj de metal, siempre brillante, pulido con netol y trapos viejos de algodón. Desde mi cama oía el crujir de la cuerda enroscándose al ritmo de la llave que mi abuelo hacía girar con parsimonia. Era todo un ritual que el mismo tiempo marcaba. El tiempo al servicio del tiempo. Cada siete días el reloj esperaba la mano protectora que le permitiría seguir adelante, otros siete días, y otros siete, sumando siempre, y restando al mismo tiempo. Su segundero suena a recuerdo, a niñez, a café recién molido, a mañanas de inocencia, a ropa restregada en el lavadero de madera, a los pasos de mi abuela por la cocina, a la luz del día entrando por la montera, a sábanas bailando en los cordeles del tendedero, a trapos soleando en los pretiles de la azotea, al chisporroteo de la mariposa en el vaso de agua y aceite, a una época que se ha llevado el tiempo y que el reloj de metal, hoy colocado en mi patio, me trae con la misma calidez de entonces. 










domingo, 6 de agosto de 2017

PARA SENTIR QUE AÚN ERES






No te tengo, ni siquiera a la distancia de las palabras
como ha sido durante toda mi vida.
No tengo el sonido de tu voz,
ni la sonrisa que imaginaba en tu cara al oírme.
No tengo la esperanza de mirarte luego y ver la felicidad,
hoy no llegarán los besos. 
No tengo más recurso que el quererte en la ausencia,
quererte como siempre, como al héroe,
como al padre, como al amigo, como al ser que me dio
mucho más que la vida.
Y te añoro con un inmenso dolor, todavía, 
y cada día más.
No tengo el consuelo de la fe. 
No tengo la certeza de un cielo nuestro.
No tengo nada que alivie mi desconsuelo.
A pesar de todo, felicidades en tu santo.
No tengo palabras suficientes para regalarte,
no me queda otro recurso que darte vida en mí misma
para saber que me oyes, para sentir que aún eres.




viernes, 4 de agosto de 2017

ESTE JUEVES: CARTA A MÍ MISMA.




Te conozco, a veces, otras no sé si eres una invención del espejo. Sé que te gusta oír el repique de campanas y mirar la luna. Conozco ese palpitar tuyo cuando saboreas la vida, y también sé de tus momentos silenciosos, cuando no acierto a entender si estás o te has ido. Sé que te ignoro cuando me conviene y te llamo en las noches solitarias, cuando nos quedamos a solas, cuando realmente necesito que estés ahí porque lo contrario sería no estar de ninguna manera. A veces no te siento y creo que todo ha acabado,  y que yo, asustada, me niego a abandonar este lugar por miedo a lo desconocido, y me aferro a un fantasma que deambula por las mismas calles agujereadas, por los mismos caminos pedregosos. Tú piensas y yo actúo, a veces contradiciéndonos, ignorándonos la una a la otra para no caer al vacío de las incomprensiones. Tú me inventas cada día para sacarme de un estado eterno de melancolía, para que no note que me muevo en una rutina pegajosa. Te miro y no encuentro la forma de llegar a ti y consolarte, y consolarme. Y renuncio a ti cuando te empeñas en llevarme la contraria, alejándome a la distancia de un pensamiento. Me reprochas y me animas, me quieres y me desprecias según el día, y son las noches las que nos reconcilian, a veces, cuando a solas procuramos un punto de encuentro. Hemos hecho ya mucho camino juntas, a pesar de las divergencias, y sabemos que estamos obligadas a ir en la misma dirección. Si me alejo procura no perderme de vista, yo miraré siempre si sigues ahí, a un paso de mi sombra.