Recuerda que hace ya un tiempo te estuve avisando del riesgo que
corrías al emprender el viaje. En aquel momento el país era un hervidero de
conflictos, había demasiados problemas y se podía adivinar que tendría que explotar
en breve. Pero tú estabas decidido y
eres siempre tan poco dado a escuchar consejos que he llegado a pensar que ni
siquiera oíste las razones que te estuve argumentando. Luego pasó lo que pasó,
lo que yo temía y todos los que quisimos advertirte. Cuando dejaste de
comunicarte con nosotros tuve un mal presentimiento pero en la embajada no se
sabía nada de ti, nadie se ponía en contacto ni con ellos ni con tu familia.
Desapareciste sin más. Pensé que te habrían secuestrado y me dije que era lo
que merecías por cabezota. Luego me entró el pánico temiendo por tu seguridad.
Ha sido una larga espera y he pasado tanto miedo que durante estos meses he
estado en estado de shock.
Cuando te he visto bajar del avión no he podido hacer
otra cosa que llorar. He dejado salir todas las lágrimas que se acumulaban y
que no era capaz de liberar porque no entendía tu abandono. Por fin he
comprendido el motivo por el que tuviste que marcharte.
Leído me gusta aún más que ayer
ResponderEliminarA qué fue ese hombre, Leonor. Me tienes intrigada en lo qué pensabas cuando lo escribías. Un microrrelato muy misterioso en segunda persona, muy bien.
ResponderEliminarQué intriga Leonor.
ResponderEliminarMe había gustado cuando lo leíste, pero me ha gustado aún más aquí al leerlo tranquila desde casa.
Un abrazo.
Qué misterios tan difíciles de entender; pero qué forma tan bonita de contarlos. Una maestra...
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