Cuando llegaba el verano los hijos del farero vivían la mejor época del año, las aguas del caño de Sancti Petri con la marea alta llegaban hasta el muro que quedaba al lado de su casa y desde allí los hermanos se lanzaban al agua en medio de una feliz algarabía. Charito era de las más pequeñas y sus risas podían oírse desde la casa e incluso desde la Batería de Urrutia que queda al otro lado del caño. Con su bañador de rayas azules y envuelta en una toalla se acercaba al borde del muro para darse un refrescante baño con el que aliviar los calores del cuerpo y alegrar el espíritu. En el pequeño pueblo atunero había pocas diversiones y los juegos en el agua eran de lo más estimulante. Los infantes se zambullían, nadaban, buceaban en busca de almejas y las mañanas veraniegas eran memorables. Y la más memorable fue la del día en que Charito se puso a gritar como si estuviera ahogándose para asustar a sus hermanos, lo que ella no esperaba es que el pastor alemán, de nombre Telefunken como la primera radio que hubo en casa del farero, fuera a lanzarse al agua en busca de la niña y la sacara cogida por los pelos. Cuanto más tiraba de la melena de la chiquilla más chillaba ella y más esfuerzo hacía Telefunken por ponerla a salvo. Cuando la soltó en la orilla, alarmados por el griterío de la niña y del resto de muchachos que se estaban bañando, los padres acudieron a la playa para ver que ocurría y consolaron a Charito que lloraba de dolor y de rabia pero le estuvo bien empleado por querer asustar a sus hermanos, y así se lo hicieron saber sus padres.
ESCENAS PLAYERAS EN EL BLOG "Y NACIMOS CASUALMENTE"
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