Apoyó
los codos en la mesa y, sin quitar los ojos de la pantalla, metió la cara entre
sus manos. La notó caliente y pensó que sería bueno tener unos días de
descanso, era muy probable que se hubiera contagiado con algún virus el día que
tuvo que ir al centro de salud. Los pacientes que esperaban su turno no dejaban
de toser, y, aunque ella se había sentado alejada de la puerta de la consulta -que
es donde suele agolparse la mayoría- era evidente que el ambiente estaba
cargado de microbios.
Desde
que amaneció había estado pesarosa y algo cansada, el trabajo cada día se le
hacía más pesado y el solo hecho de sentarse a escribir, cosa que siempre había
sido un placer y una liberación, en esta ocasión le estaba pareciendo una tarea
tan ardua que no se veía con fuerzas para comenzar siquiera. Las ideas iban y
venían a su mente, pero ninguna era lo suficientemente fuerte, nada que
mereciera dejar volar los dedos sobre el teclado que se mostraba cercano
pero inalcanzable. Sería un día de esos
grises, de los que al llegar la noche acaban sin más, sin nada que guardar,
consumido, evaporado como el agua hirviendo sin la debida vigilancia. De
repente, como por arte de birlibirloque, vio que las palabras se habían ido
colocando de manera ordenada, formando frases que incluso tenían algún sentido
y pensó que realmente debía estar incubando una rara enfermedad.
La enfermedad de la escritora mágica, un relato para reflexionar que me ha encantado. Dos abrazos
ResponderEliminarPrimero pensar, después, escribir y si a pesar de todo esto, no resulta, seguir escribiendo.
ResponderEliminarMe parece que esa es la única magia.
Besos.
Cuando escribes, tiene todo tanta coherencia, que parece que las palabras se unen solas para conformar un relato maravilloso.
ResponderEliminarHago mio el comentario de mi anterior comentarista. No sabria expresarme mejor.
ResponderEliminarUn fuertíssimo abrazo querida Leonor.
A veces, las palabras quedan como único recurso, cuando los sentimientos intentan hacerse visibles, sin que lo permitan las circunstancias de la vida, que pueden llegar a ser crueles. Realmente quedan entonces como algo mágico, porque solo ellas permiten recoger unas ilusiones y esperanzas, que en la vida real se convierten en algo imposible.
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