Dicen que hoy es mi cumpleaños, todos sonríen y me besan aunque no tengo ni idea de quienes son. El caso es que me llaman abuela, ¡madre mía!, no recuerdo cuántos hijos tengo, es más, no puedo recordar si los tengo, pero si es así se han reproducido como conejos.
Miro alrededor y veo muchos colores y en la mesa hay pasteles y chocolate, dos cosas que no cato hace años por culpa de alguna enfermedad, pero me han dicho que un día es un día y que hoy me van a dar una buena ración, los días de cumpleaños son especiales y los viejos pueden saltarse la dieta a la torera. Me llama la atención que digan que hoy es un día especial, lo veo como los demás, aunque pensándolo bien esta mañana las niñas de la residencia han entrado en la habitación más alegres que otras veces, me han despertado con canciones y me han vestido con más gusto, porque hay que ver las combinaciones que hacen con los colores, lástima que no puedo protestar y me aguanto todo el día vestida como un payaso, pero tengo un truco para esas ocasiones, me orino encima y tienen que cambiarme aunque a veces es peor el remedio que la enfermedad y acabo con un conjunto peor que el anterior. También se han esmerado en el peinado y me han perfumado. Algo raro estaba notando pero como tengo tantos años siempre los culpo de mis extrañezas.
Esta gente se ha empeñado en que apague unas velas que han plantado sobre una tarta y que al final han apagado ellos por desesperación porque no he sido capaz de sacar de mis pulmones ni un hilillo de aire. Han aplaudido y cantado mientras me miraban, no he sabido que hacer porque no se que es lo que esperan, así que he sonreído para quedar bien y veo que eso funciona.
Se ve que se divierten y me están dando tantos besos que debo tener cardenales en los cachetes, al próximo que se acerque a besarme le doy un lametón y ya veremos si vienen a por otro.
¿De dónde habrán salido tantos familiares y amigos?, si habitualmente no tengo visitas. Será cosa de esta mala memoria mía, lo mismo me estoy confundiendo y esto pasa a diario, pero podría jurar que nunca los he visto.
Ya se han comido todos los dulces y parece que tienen prisa por salir porque la sala se está quedando vacía. Han vuelto a intentar besarme pero les he enseñado la facilidad que tengo para sacarme la dentadura y parece que los he sorprendido y han desistido.
Esta noche la cena ha sido frugal porque mis cuidadoras opinan que ya he consumido bastantes calorías, no sé a que se refieren y me llevan a la cama sin más bocado que un puré de frutas, sin azúcar, por aquello de mis males.
Estoy agotada de tanto trajín, ya era hora de que me dejaran descansar. Las noches son lo mejor, ajena a la cruel realidad, la vida parece tener sentido, los sueños permiten lo imposible y traen recuerdos que parecían olvidados. Si despierto espero que el día sea tranquilo, que no me alboroten y me permitan pasarlo dignamente.